La película francesa Cuties (Guapis), estrenada en la plataforma digital Netflix, incendió las redes sociales y la condena de los conservadores recalcitrantes. Para ser honesto, no entiendo si la controversia fue iniciada por los ojos de la doble moral o del fundamentalismo religioso, porque ambas ven como positiva la sumisión de la mujer para su forma de empoderamiento.
La película se centra en la vida de Amy, una niña cuya familia, oriunda de Senegal, emigró a los barrios pobres de París, Francia. Por todos es sabida la violencia de género que ocurre en el país africano, con total impunidad. Lo que incomoda es que, todas esas costumbres, igualmente emigran.
La trama se inicia cuando Amy, de 11 años, conoce a Angélica, una niña de su misma edad a la que le gusta bailar twerking. Angélica tiene tres amigas que también bailan, y el grupo quiere participar en un concurso de baile urbano. Amy se aprende la coreografía y la practica a escondidas ante la reprimenda de su mamá y su tía, quienes condenan ese tipo de baile pecaminoso.
Al ser expulsada una integrante, Amy pide que la incluyan y, luego de mostrarles que se aprendió todos los pasos, las tres niñas aceptan. La protagonista, además, tiene que lidiar con problemas familiares, como el nuevo casamiento de su papá y la humillación pública de su madre, por fracasar como mujer y esposa frente a la comunidad religiosa a la que pertenece.
Esto es, a grandes rasgos, la trama de una película que va encaminada a hacer un retrato social de marginados, con todos los vicios que ello conlleva. Hay dos premisas que crean fricción entre los espectadores y que son las que hilan la narrativa del largometraje. Por un lado, plasma la sexualidad acelerada de sus protagonistas y, por otro, la presión que sufrimos todos para ser aceptados en un grupo social.
Sin embargo la cinta aborda otros temas, como el gusto por el baile, lo difícil que es crecer, la cantidad ilimitada de información que se encuentra en las redes sociales, la influencia de este particular estilo musical y el poder de la religión, en sociedades que condenan a la mujer y aseguran que son objetos antes que seres humanos.
Cuties es una película provocadora y controversial, mas no tramposa o alentadora de la pedofilia, como se ha querido hacer entender. Si bien es cierto que la sexualización del adolescente es algo que se impulsa por parte del consumo, lo que se muestra en el filme es la consecuencia de este capitalismo desenfrenado. Es algo así como adelantar la Navidad a septiembre.
Al final, el mensaje enviado por la directora francesa Maïmouna Doucouré es crecer sin presiones y disfrutar nuestra niñez, ya que se desarrolla en un lapso corto de la vida y será fundamental para el resto de nuestra existencia. La realizadora lo tiene claro: la solución es educar y guiar. Ojalá lo entendamos, antes de soltar un golpe.