La columna de hoy no es lo que por su nombre parece. No vengo a relatarles la crónica de algún viaje al Caribe o de lo bueno que es tener unas libras menos, para poder lucir mi traje de baño Speedo con estampado de leopardo. No es así, aquí lo único que nos interesa es hablar de buena música. El título hace referencia a Haunted Isles, el EP de la banda australiana Bloodhounds On My Trail (BOMT) que, aclaro, tampoco es un grupo de música surf o tropical, sino todo lo contrario.
Este ha sido uno de los discos más bellos que he podido escuchar en lo que va del año. Es puro shoegaze perfeccionado. En las ocho canciones que contiene, se cumple aquel viejo adagio que dice que “de lo bueno, poco”. Escucharlo es como degustar un Chateau Petrus, servido en una buena copa Riedel. Es una especie de bálsamo para la existencia. No quiero sonarles exagerado, pero no encontré una mejor analogía.
BOMT es probablemente una de las mejores bandas surgidas de la explosión del shoegaze australiano. Se destacan del resto de grupos por ofrecer una especie de shoegaze, pero sin llegar a tanta distorsión, que es lo que caracteriza a este género. Coquetea claramente con el post punk, llevándolo a parecer ondas sonoras que se forman en las capas de melodías de guitarras que se extienden a través de refinadas composiciones. Esta agrupación fue uno de esos descubrimientos afortunados, con los que me encuentro solo algunas veces.
Actualmente el EP solo existe en formato digital, lo que para melómanos como yo es un poco desafortunado. Como buen fetichista, necesito tener el objeto como tal. No es solo comprar un formato digital; en mi mundo perfecto se trata de desempacar un vinilo y colocar delicadamente la aguja para que el disco empiece a sonar. Pero la vida algunas veces es cruel, y nos hace conformarnos con puros archivos de canciones de 13.2 megabytes. Claro, eso no demerita el hermoso trabajo de estos australianos; este álbum se disfruta de cualquier forma.
Por momentos, escuchar este material me recordó inevitablemente al exquisito sonido de The Church. Podría jurarles que es una de sus influencias, pero BOMT sabe cómo construir su propio sonido: una mezcla perfecta de melodía y ruido, que recuerda también a bandas más contemporáneas como Slowdive o a una versión menos synth de M83.
No quiero desorbitarme con los comentarios sobre este disco, pero me resulta inevitable. Escuchen Words like weapons, por ejemplo, y tal vez me den la razón. Es una experiencia fuera de nuestros cuerpos, en una atmósfera de audios espaciales alucinantes. Es algo casi sagrado.
Pensándolo bien, tal vez el título de esta columna haga un poco de sentido. Escuchar este álbum hace que nuestro espíritu quiera escapar a una isla encantada de sonidos como estos, y donde la ropa de baño de mal gusto no existe.
Para escuchar: todo el EP.