Casi tres décadas atrás, los filmes Father of the Bride (1991) y su secuela, Father of the Bride Part II (1995), demostraron que ser el papá de una mujer es una misión exclusiva para valientes.
En estas emotivas comedias destaca la fantástica interpretación de Steve Martin como George Banks, ese papá que, de manera desesperada y dolorosa, debe soltar a su hija y dejarla ir a su nueva vida para formar su propia familia (y pagar toda la cuenta de la costosa boda).
Como “regalo pandémico” para todos quienes adoramos estos filmes, se reunió al elenco original (Martin, Diane Keaton, Martin Short y compañía), más algunas apariciones sorpresa, para crear Father of the Bride Part 3 (ish).
Este es un cortometraje que puedes ver en el canal de YouTube de Netflix, y muestra a la familia Banks, en videoconferencia de Zoom, 25 años después del final de la segunda película. En el nuevo episodio, ¿hay buena música? Sí. ¿Hay momentos para reir? Si te gusta lo que hace Martin y Short, entonces sí. ¿Hay momentos cursis? Por supuesto.
En el monólogo inicial del primer filme, Martin lo explica todo: “Tienes a una pequeña niña, una adorable pequeña niña que espera mucho de ti y que te adora, de una manera que nunca imaginaste. Cuando menos lo sientes, comienza a maquillarse y a usar tacones. Desde ese momento, te mantienes en constante estado de pánico”.
Y continúa: “Te preocupas de que salga con el tipo equivocado, que solamente quiere una cosa, y tú sabes exactamente lo que es, porque resulta que es lo mismo que querías cuando tenías esa edad. Después crece más y te dejas de preocupar de que conocerá al tipo equivocado, y comienzas a preocuparte de que conocerá al tipo correcto. Y ese es el mayor miedo de todos. Y después, la pierdes”.
Si hay algo que te enseñan estas historias, y el personaje de Martin lo recuerda en el cortometraje, es que todos los momentos, tanto los grandes y que están capturados en fotografías, como los detalles pequeños, valen la pena atesorar en la memoria.
Siempre he creído en todas las historias acerca de cómo, hasta los hombres más machos y furiosos, encuentran sus debilidades al ver a su hija a los ojos. Saber esto no significó que estuviera preparado para soportar la intensidad de desear que la vida de mi hija sea lo más hermosa posible.
Soy papá de una niña de cuatro años y medio. Es muy probable que, por mi edad, la vida me impida llegar a ver algunos momentos especiales de ella, como casarse y criar a sus pequeños, viajar por el mundo, bailar sus canciones favoritas y, ya saben, todo eso que algunos papás sueñan que sus hijos experimenten.
Mientras tanto, he comenzado a atesorar en mi corazón cada “batalla Skywalker” con espadas, cada plática de novios con sus muñecas y cada caminata tomados de la mano.
Pero ahora me debo detener de escribir esta columna, porque parece que pasar mucho tiempo frente a una pantalla de computadora provoca que salgan algunas lágrimas de los ojos.