La violinista y actriz repasa una trayectoria marcada por la pasión.
Ya sea emocionándose hasta la última nota con el violín, o metiéndose en la piel de un personaje muy distinto a ella, la pasión se apodera de Mónica Sarmientos en cada una de sus actuaciones. Heredera de un importante legado musical, la guatemalteca, sin embargo, ha sabido escribir su propia historia, desde que irrumpiera hace ya casi 30 años en la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) y en el teatro. La violinista, actriz y profesora repasa su carrera en Los de siempre.
Camino natural
“Yo fui engendrada con música”, relata Mónica Sarmientos (Guatemala, 1967). Hija del máximo exponente de la música sinfónica en nuestro país, Jorge Sarmientos, y de Matilde Roldán, la violinista afirma haber heredado al 100 por ciento el talento de su padre. Para ella fue natural crecer en un ambiente lleno de música, y que por su casa desfilara un sinnúmero de artistas, intelectuales y políticos. De hecho, y aunque ella no lo recuerda, el maestro Sarmientos solía decir que, con dos o tres años de edad, su hija ya cantaba afinado.
Con solo cinco años, Mónica comenzó con sus clases de piano, pero entre risas confiesa que no le gustó porque su maestro llegaba a la misma hora en que ella miraba El Zorro. También le dio una oportunidad a la mandolina, hasta que a los seis años empezó a estudiar solfeo para niños en el Conservatorio Nacional de Música Germán Alcántara. Sería dos años más tarde, y guiada por Enrique Raudales, que tomó el violín, el instrumento que hasta hoy la acompaña y con el que ha viajado por países como Colombia, Puerto Rico y Costa Rica.
En paralelo a su formación en el colegio Monte María, Mónica comenzó sus estudios formales de violín en el Conservatorio, a los nueve años, junto al maestro José Luis Abelar. Eso no impidió que siguiera desarrollando su talento con otros instrumentos, como la guitarra y la voz, pasiones que todavía mantiene. “Cantar acompañada de un conjunto orquestal es fascinante. He interpretado jazz, soul, boleros. Lo que sea, excepto reggaetón o rancheras, que están fuera de mis lides”, expresa.
Una experiencia increíble
Sarmientos obtuvo el Bachillerato en Arte, especializado en violín, en 1990, y ese mismo año ganó su plaza por oposición en la OSN. La artista define su experiencia con la máxima institución musical del país como “increíble”, y resalta las muchas obras que ha podido interpretar en estos años: “Me encanta tocar el violín en conjunto. Es una conexión rica, y gozo hasta la última nota”.
En estos casi 30 años, Mónica también ha podido tomar la batuta de la institución. Sin embargo, se rehúsa a ser llamada directora. “Para ser director de orquesta, hay que tener un tipo de preparación y estudios. Yo lo he hecho de forma empírica, como invitada”, asegura. A pesar de ello, sus conciertos navideños con la OSN se han convertido en una tradición que el público espera cada año con emoción.
De la comedia al drama
Pero, a la par de la violinista, los escenarios guatemaltecos han visto crecer a la Sarmientos actriz. Aunque nunca recibió clases formales de arte dramático, Mónica comenzó a actuar desde que estaba en el colegio. “Era muy extrovertida, a pesar de no ser favorita entre las alumnas. Fui muy bulleada, pero cuando se requerían cosas artísticas, me llamaban”, recuerda.
La obra con la que irrumpió en el teatro llegó en 1990. Jorge Ramírez y Douglas González habían escrito la Epopeya de las Indias Españolas, la invitaron a actuar y terminó interpretando a la reina indígena y a la española. Al siguiente año, el montaje se convirtió en un parteaguas de las tablas guatemaltecas y la catapultó en la actuación.
La carrera teatral de Sarmientos se cimienta sobre la comedia, e inolvidables son no solo sus reinas de la Epopeya, sino también su Cristina Saralegui (El show de Cretina) y su Alfonso Portillo (Chicharrón con Yuca). Pero también ha pasado al registro dramático con papeles en El Escondido, La Casa de Bernarda Alba y El Cuarto de Verónica.
Mónica asegura que, ya sea en el teatro o la música, lo que la domina es la pasión: “En el teatro nos convertimos en lo que diga un guion, y con la música soy yo. Eso sí, en ambas mi esencia como artista es la misma”,
finaliza.