Calles sucias, símbolos extraños escritos con pintura de espray en las paredes, y ratas husmeando entre los restos de comida, sobre las piernas de vagabundos tirados en espacios iluminados de rojo neón. Parece que describo la escena de una película que transcurre en alguna ciudad, en un futuro apocalíptico cercano tipo Blade Runner. En realidad no es así, esto era algo común hace 37 años en las calles de Nueva York.
Si me lo preguntan, no es el tipo de escenario por el que me gustaría caminar todas las noches de regreso a casa. Sin embargo, fue el marco perfecto para la escena musical que se gestaba por la década de 1980 en Nueva York. Los sonidos del no wave y el proto-punk eran la banda sonora de toda esa creatividad, que pululaba en el aire sucio de esta ciudad de la costa este estadounidense.
Uno de los pioneros de ese movimiento fue Boruch Alan Bermowitz, quien para el mundo sería más conocido como Alan Vega. El músico sería célebre por formar la banda de culto Suicide, junto a Martin Rev. Para hablar de la influencia de Suicide en la música sería necesario escribir otra columna, cosa que me no molestaría en lo absoluto. Pero esta vez quería enfocarme en la carrera de Vega en solitario, muchas veces olvidada debido al peso que Suicide tuvo para la escena musical postrera.
Bajo dicho contexto, es necesario revisitar dos álbumes de Vega que me parecen esenciales en su carrera en solitario: Saturn Strip y Just a Million Dreams. Luego de muchos años vuelvo a escuchar estos dos discos, y regresa a mí ese sentimiento de darme cuenta de la importancia de la música de Vega, después de tres décadas.
Pueden decir lo que quieran sobre la música de esa década, desde que era cursilería metida en una caja de ritmos y sintetizadores, hasta cosas peores. Claro, no voy a negar que hubo cosas que probablemente no deberían volver a ver la luz, mas no es el caso del trabajo de Vega. A veces pareciera que ya escuchamos todo lo de esos años, pero estoy seguro que aún hay muchas cosas que siguen escondidas en rincones oscuros, listas para ser redescubiertas. Tal es el caso de estos dos discos.
Por si fuera poco, Saturn Strip fue producido por el ya fallecido Ric Ocasek, de The Cars y, para aderezarlo un poco más, Al Jourgensen, de Ministry, tocó algunos de los teclados. En ambos álbumes, hay canciones que son espectaculares. Digamos que, entre los dos, uno se puede hacer una buena idea de la música y la poética en las canciones de Vega.
Escucharlos de nuevo fue como hacer un largo viaje a un retro-futuro extraño, lleno de carreteras iluminadas por luces de neón. A bordo de un Delorean, voy pisando el acelerador hasta el fondo, alcanzando las 88 millas por hora. Luego, un flash luminoso me llevará a otra dimensión y a mejores días. Al menos un poco más amigables que los que este año ha traído para muchos de nosotros.
Para escuchar: Saturn drive, Video babe, Goodbye darling, Wipeout beat, Shooting for you, Every 1’s a winner y Wild heart.