sábado , 23 noviembre 2024
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Transformers

Un objeto que no solamente entretiene a un niño, sino que también lo ayuda a sentir compañía, a expresarse y a cultivar su imaginación, es el juguete. Los que se apoderaron de la pasión infantil de muchos hombres de mi generación fueron los superhéroes de DC y Marvel, los G.I. Joe y los tonificados He-Man y los Amos del Universo, entre otros. En mi caso, las figuras de acción que conquistaron mi niñez fueron los Transformers

Todo comenzó con un regalo de mi madrina: era un robot azul que se transformaba en carro Fórmula 1. Se llamaba Mirage. Esta figura venía acompañada de un pequeño cómic, con diálogos en japonés, y protagonizado por otros robots que podían convertirse en carros, aviones y motocicletas, entre otros. ¿Qué era esa locura? No importaba, quería ser parte de eso. 

Un año después, sin anuncios, parafernalia o glamur, el Canal 5 (cultural y educativo) comenzó a transmitir la serie animada Transformers. Era algo nuevo y fresco, así que me conecté de inmediato. Optimus Prime, cabeza de los Autobots (los buenos), se convirtió en una de las primeras figuras de liderazgo que conocí y acepté. 

Mi colección de Transformers fue pequeña. Siempre pude contar con los dedos de la mano las figuras que tuve, pero eso no me impidió volar con la imaginación y crear mundos e historias junto a estos héroes metálicos. 

A mediados de la década de 1980, vino a las salas de cine Transformers: The Movie, que se convirtió en uno de los peores traumas de mi vida. Resulta que la marca decidió utilizar la película para presentar a la nueva generación de Transformers, por lo que, en una guerra, a menos de 20 minutos de haber comenzado el largometraje, acribillaron a todos los Autobots. 

En dicha masacre se incluyó Optimus Prime, quien murió al caer de un edificio durante una pelea. ¿Qué tal esa trama para romper el corazón de cualquier niño? La mayor parte del filme la pasé viendo a robots desconocidos haciendo estupideces mientras, en silencio y sentado en mi butaca, intentaba manejar el duelo improvisado. Los poporopos de esa tarde tuvieron un sabor diferente.

No diré mucho sobre la saga de acción en vivo de Michael Bay. Solo comentaré que este tipo de cintas, así como las parejas tóxicas, esas con las que uno regresa sin importar el daño que provocan, no mejoran de manera milagrosa con el tiempo.

Ahora, como el dicho “donde hubo amor, cenizas quedan”; hoy, desde las cenizas del mismo Cybertron, surge de nuevo mi emoción porque se estrenó en Netflix la primera parte de la trilogía de animé Transformers War for Cybertron: Siege. Siempre debe haber espacio para la nostalgia.

Y, aunque nunca tuve un Optimus Prime (eran caros y difíciles de encontrar), mi hija de cuatro años ya tiene dos ejemplares, regalados. Siempre que me encuentra jugando con uno de sus Optimus, ella toma a sus Woody y Buzz, y me dice: “Juguemos, tu robot es el malo”. Ay niña, de a poco aprenderás que la vida es más de lo que el ojo puede ver.

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