La vida del artista guatemalteco ha transitado entre la creación y la docencia.
Como la mayoría de niños, Ernesto Boesche Rizo (Salamá, Baja Verapaz, 1936) plasmó sus primeros trazos durante la educación parvularia. A diferencia del resto, nunca soltó los lápices y los colores, y se convirtió en un referente de las artes plásticas nacionales, especialmente del retrato. Desde la ventana de Los de Siempre, el maestro contempla un pasado y presente entregado a la creación y la enseñanza.
Energía
Poco antes de que se dictaran las medidas de prevención y contención del COVID-19, el Diario de Centro América visitó a Ernesto Boesche en su taller-academia de la zona 1. A sus 84 años, el maestro destila energía y entusiasmo por compartir sus conocimientos con las nuevas generaciones. “Disfruto la amistad y la compañía de la gente que solicita mis servicios. Me gusta transmitir lo que sé, y si encuentro personas que lo capten y aprovechen, mucho mejor”, expresa sonriente.
Luego de pasar la primera etapa de su vida en su natal Salamá, Boesche se trasladó a la capital guatemalteca para estudiar en la Escuela Normal Central para Varones, de donde egresó como maestro de educación primaria. Ya durante esa época, hacía ilustraciones para distintos cursos, pintaba murales, dibujaba retratos para sus compañeros e incluso creó el logotipo que la institución aún conserva.
El artista recuerda que lo primero que hizo tras obtener su diploma, en 1954, fue pasar a comprar un lienzo a Fotoarte, de Miguel Ángel Ríos: “En diciembre ya estaba pintando mi primer paisaje en vivo, en una calle vieja de mi pueblo”. Precisamente esa obra ilustra la portada de su libro Canto de Nostalgia (2015), en el que recopila sus vivencias.
Institución clave
Poco después de pintar aquel cuadro, Boesche comenzó su longeva relación con la Escuela Nacional de Artes Plásticas Rafael Rodríguez Padilla (ENAP). Aunque tan solo llevaba unos meses como alumno de la institución, su trabajo llamó la atención y recibió una beca para estudiar en Madrid, España, primero en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y luego en el Círculo de Bellas Artes.
Después de dos años, Boesche volvió a Guatemala. Un día, mientras le mostraba su trabajo a Miguel Ángel Ríos, su camino se cruzó con el del artista Humberto Garavito: “Solo me dijo que lo acompañara a la ENAP, entró y le dijo al entonces director, Roberto González Goyri, que yo era el nuevo maestro de dibujo”. Más tarde, el artista también fue director de la institución y recopiló su trayectoria en un libro publicado en 1994.
Boesche nunca se casó con un estilo, pero en su obra destaca especialmente el retrato. Para realizarlo, su técnica favorita sigue siendo el lápiz, que deja ver la textura y el trazo. Y aunque ya perdió la cuenta de todos los retratos que ha hecho, muy cerca de su corazón lleva el de Esperanza, su esposa.
Lejos de mirar al pasado, Boesche mantiene los pies en el presente. Estos días ultima detalles de un libro que repasará la historia de la ENAP, en ocasión del centenario de la institución, que se conmemora el próximo mes. Además, se alista para una exposición-homenaje en el Museo de la Universidad de San Carlos, cuya fecha dependerá de la evolución de las medidas de contención del COVID-19.