sábado , 23 noviembre 2024
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El regreso de Mazinger Z

Mazinger Z fue un animé que sigue dentro de los fundamentales de cualquiera de mi edad. El monte Fuji fue testigo silencioso de las colosales batallas del imponente robot hecho de japonium, única aleación capaz de canalizar la fuerza de la energía fotónica. El cerebro de esta ciencia y de la creación del robot es el doctor Kabuto, abuelo de nuestro protagonista.

Koji Kabuto es quien maneja al gigantesco robot de 18 metros. Los puños atómicos, patadas voladoras, rayos fotónicos, vientos huracanados, fuego de pecho, jet scrander y otra cantidad enorme de armas le fueron incorporadas, según los peligrosos robot que diseñó el doctor Hell. 

Los secuaces del doctor Hell eran singulares. El siempre inútil y malévolo Barón Ashler, el Conde Decapitado y el Duque Gorgón. Hasta el dúo español Enrique y Ana hacía alusión al robot en una canción que se llamaba Todos preparados. Así de famoso era.

El encuentro con el robot era por las tardes, después del colegio, en primer y segundo grado, por el Canal 3 y a las 17:30. Era un horario estelar para las caricaturas más vistas. Nadie se perdía Mazinger Z, nadie. Fue toda una aventura animada para aquella niñez de principios de los años 80. 

Con toda la crisis social y militar que existió en el país en ese tiempo, Mazinger Z era un refugio animado para la inocencia que se negaba a morir. Era la utopía del mundo justo: el bien vencía al mal. 

Hay episodios que me marcaron, incluso aquellos en que villanos, como el Barón Ashler, se sacrificaron para aniquilar al robot. Los últimos 14 capítulos de la serie son brutales, porque Mazinger Z estuvo a punto de ser vencido, hasta aquel funesto episodio 92 en el que, por fin, es destruido. 

Aquel desconsuelo y tristeza por la muerte del coloso me dejó mal: “El bueno puede ganar algunas batallas, pero el mal gana la guerra”. Para un niño, el deceso del gran héroe fue traumático. Ese sentimiento quedó en mí, sellado. Recuerdo el último capítulo, en el que Koji y Sayaka, como ya eran pareja, se montaron en un avión y se fueron. Me golpeó ese abandono. Ni siquiera se despidieron.

Otras variaciones del robot fueron creadas y el bien nunca dejó de luchar. Surgió el Gran Mazinger, Mazinkaiser, un gigantesco robot de 32 metros, y el Gran Mazinkaiser Z. Gran Mazinger lo pasaron en el Canal 3, pero luego me inscribieron en un colegio de jornada vespertina y le perdí de vista. Mazinger Z siempre fue como el primer amor de la vida. Nunca se fue, nunca se olvida. El gran Koji sirvió de imagen para muchos animé de robots. Siempre era él.

Vino un nuevo encuentro del robot con el internet, la tecnología y, odio reconocerlo, la piratería; y pude revivir aquella infancia olvidada. Los capítulos estaban grabados de video a DVD y se podían ver los machucones de la cinta del VHS.

El canal de videojuegos mexicano BitMe empezó a rotarlos, ya remasterizados y con un nuevo doblaje, pero no pasaban del episodio 30. Ahora Netflix subió los 92 capítulos y Mazinger está más vivo que nunca. Espero con ansias que suban las otras versiones del sempiterno Mazinger Z.

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