Real Madrid y Barcelona necesitan salir de sus baches.
El Real Madrid y el Barcelona vuelven a verse las caras en el clásico del futbol español, el duelo por excelencia por la primacía de la Liga Santander, que ambos encaran con pesadas mochilas sobre las espaldas, llenas de dudas e incógnitas que se agudizaron con sus partidos de ida de los octavos de final de la Liga de Campeones.
La mala racha en la que ha caído el cuadro de Zinedine Zidane después de unos meses más que prometedores, en la que ha dilapidado su ventaja al frente de la tabla, ha perdido el liderato a manos del propio conjunto azulgrana con sus tropiezos seguidos contra el Celta y el Levante, ha caído eliminado de la Copa del Rey frente a la Real Sociedad y ha puesto más que en duda su continuidad en la Champions con su derrota contra el Manchester City de Pep Guardiola, lo obliga, si cabe más, en este duelo.
Llega más necesitado que su eterno rival. Herido. Han reaparecido las deficiencias y carencias de la campaña pasada. Precisa resucitar, y hacerlo a lo grande o al menos con una victoria que le devolvería al rumbo al liderato. Para ello es imprescindible recuperar el gol y volver a ser firme atrás. No tan vulnerable como en estas últimas semanas.
El Barcelona se presenta con notables dudas futbolísticas, con la plantilla mermada pero a su favor está Leo Messi. El Santiago Bernabéu se ha convertido en el “jardín” del argentino. El coliseo blanco, que ha perdido ese misticismo bautizado por Jorge Valdano como de “miedo escénico” para sus rivales, es un escenario idílico para la Pulga.
A falta de ese juego combinativo fluido que reclama la afición azulgrana, Messi es el seguro de vida del Barcelona. Sin olvidar al meta alemán Marc Andre Ter Stegen. Clave en la “flotabilidad” barcelonista. Evitar que el 10 vuelva a hacer de las suyas y superar al germano es un examen de enorme magnitud para el equipo de Zidane.