Siempre sonriente, Marisol, una de solo tres hondureñas que trabajan como taxistas en Tegucigalpa, comienza a las 5 de la mañana su jornada de 15 horas de trabajo, en el que debe hacer frente al machismo, la discriminación y las extorsiones que enfrenta su gremio por parte de pandillas juveniles.
Vinculada a la industria del transporte público desde 2007, año en el que comenzó a trabajar como despachadora de taxis en la capital, Marisol Girón, de 34 años, 1.60 metros de estatura y madre de tres niños, asegura que trabajar en esta profesión es “difícil” por ser mujer, pero al mismo tiempo es “divertido”.
Aunque reconoce que en esta profesión no todo es “color de rosa”, pues gana poco por un trabajo que requiere “bastante sacrificio” y, además, debe pagar unos 500 lempiras (unos US $20) al día por el alquiler del automóvil que maneja.
“No todos los días son buenos, a veces solo logró hacer la tarifa (…), con tal que quede una tortilla con sal, pero por lo menos hay un trabajo de donde sacar algo de dinero, aquí no hay feriados”, subraya Marisol a Efe en la capital hondureña, de donde es originaria.
En mundo tradicionalmente copado por los hombres, Girón debe también enfrentar la discriminación, principalmente de mujeres, y el machismo en su ámbito laboral por ser una de las solo tres taxistas que hay en Tegucigalpa, según cifras de organizaciones del transporte público.
“Por lo general, la mayor parte de las mujeres son las que hacen un comentario indebido” o al ver que la conductora es una mujer “me dicen que no” tomarán el servicio, agrega.
Considera que en esta profesión hay “mucho machismo”, pero también cree que las mujeres han ido ganando terreno. Tegucigalpa, EFE