¿El vaso está medio lleno o medio vacío? Depende. Mientras miraba el filme sudcoreano Parasite, no dejaba de pensar en esta pregunta. El largometraje del cineasta Bong Joon-ho fue aclamado por la crítica el año pasado, y está llevándose varios galardones en la actual temporada de premios.
La obra resulta ser un retrato de clases socioeconómicas plagado de símbolos, y fueron dos los que específicamente llamaron mi atención: la vida y los sueños.
Las expectativas de lo que quisiéramos ser y los sueños acerca de eso en lo que nos gustaría convertirnos pueden ser tan fuertes pero tan abstractos a la vez, como una roca, que podemos guardar, atesorar y admirar de vez en cuando. Puede ser una herramienta para construir y, claro, también podemos utilizarla para partir la cabeza de una persona (o la nuestra).
A la vida la podemos ver y sentir como el agua, que aunque corra por todo nuestro cuerpo, no podemos agarrarla con nuestras manos. Y cuando la corriente es fuerte, se nos hace imposible detener su rumbo, su camino, y en un descuido hasta nos puede arrastrar y llevar a donde se le antoje o hasta donde pueda llegar.
Este filme presenta a un conjunto de personajes coloridos que por momentos son héroes y por ratos se convierten en villanos, como tú y como yo. Son dos familias. Mientras una habita en una casa impecable ubicada en una colina, la otra vive en un semi-sótano visitado de manera frecuente por personas enfocadas en dos cosas: orinar y vomitar.
Has leído correctamente, “semi-sótano”. No se trata de un piso normal ni de un basement. Es la mezcla de ambos, como algo que alguna vez luchó por permanecer sobre el nivel del suelo, pero terminó enterrado hasta la mitad.
La historia de Parasite es tan universal que, de haber escuchado a cualquier personaje mencionar “púchicas” o “fijate”, hubiera asegurado que no se trataba de las calles de Corea del Sur, sino de Guatemala, con todas sus exquisitas contradicciones.
Así que ante la pregunta ¿el vaso está medio lleno o medio vacío?, responderé: depende de qué manera nos estamos ahogando en él. Vaya, qué metafórico.
Por David Lepe.