La reciente adaptación de Watchmen, producida por HBO para la televisión, pareciera haber arribado cuando las películas de superhéroes han llegado a un punto casi decadente. Desde la llegada de Iron Man, en 2008, tan solo los estudios Marvel han producido 23 filmes de superhéroes, conquistando la taquilla con formas cada vez más exageradas de espectáculo. Al punto que ya muchos se cuestionan cuántos títulos de superhéroes podemos necesitar.
Los cineastas han sido los primeros en manifestar abiertamente su rechazo a las cintas de superhéroes de la actualidad, especialmente las producidas por Marvel Studios. Martin Scorcese fue notable en su crítica, al decir que ni siquiera considera que califiquen como cine. Su colega Francis Ford Coppola lo apoyó afirmando que no sabe “si alguien saca algo de ver la misma historia, reciclada una y otra vez”. El británico Ken Loach llegó al punto de definir las películas como “productos básicos, diseñados para obtener ganancias para una gran corporación”. Ouch.
Pero tal vez nadie esté más harto del status quo que Alan Moore, quien dice haber escrito Watchmen en 1986, con la finalidad de sugerirle al mundo que tal vez quienes se ven en la necesidad de vestir atuendos para combatir el crimen no sean los individuos más estables de la sociedad. Mas, en lugar de enterrar a los superhéroes, Watchmen hizo que el género simplemente se volviera menos fantasioso y más rudo, con historias colmadas de antihéroes y violencia.
La serie televisiva de HBO continúa la visión original de Moore y su hastío hacia el vigilantismo, pero lleva la historia en una dirección diferente, haciendo énfasis en las tensiones raciales en EE. UU. El fin del equipo de producción es explorar los límites del género de superhéroes.
En julio de 2019, Amazon presentó otra serie que buscaba socavar el mito de los superhéroes con The Boys, basada en el cómic de Garth Ennis. Esta muestra un mundo donde, detrás de sus personajes públicos, los superhéroes son celebridades corruptas, preocupadas por el dinero y controladas por corporaciones que abusan de sus poderes con impunidad.
Otro ejemplo de rechazo a la concepción tradicional de los superhéroes fue la película Joker, de Todd Philips, quien hizo un esfuerzo concertado para crear un tipo de historia de cómic más afilada y madura, eliminando cualquier referencia a superhéroes a pesar de que el personaje se haya originado en uno de los más populares títulos de esa categoría. Esta producción resultó en un éxito de taquilla y crítica, lo cual tal vez sea una prueba tangible de que el gusto del público esté cambiando.