Hace un año entré en el comedor de mi anterior trabajo, y mi amigo Fredo me recibió con un guacalazo de agua fría: “Seguramente ya viste (500) Days of Summer. ¿Verdad que ella es la culpable?”, me dijo. Le respondí, como lo he hecho en decenas de ocasiones: “Dejá en paz a Summer”. En ese instante regresé en el tiempo, a la primera vez que me enfrenté a este filme, que este año celebra su 10o. aniversario.
(500) Days of Summer cuenta, de manera no lineal, la relación que dura 500 días entre Tom Hansen (Joseph Gordon-Levitt) y Summer Finn (Zooey Deschanel, la princesa hipster). El dilema, que ha durado literalmente una década, es que ella, Summer, desde el primer día de relación, lean esto cuidadosamente por favor, le dice a Tom que no quiere nada serio. ¿Eh? Nada serio. No se lo dice una vez, ni dos…
A simple vista pareciera un sueño hecho realidad: una persona inteligente, sexy, medianamente alocada, apasionada por la música y que se ríe de tus chistes, te pide ser una “amistad con derechos”, por ponerlo de alguna manera.
Pero existen momentos en que ni la perfección nos resulta suficiente. Tom comienza a enamorarse, o mejor dicho, a construir una gigantesca expectativa de un noviazgo con Summer, creyendo que en el camino él la haría cambiar su decisión. Pero no lo hace. ¿Por qué no? Pues porque ella no quiere, y ya.
No tienen idea de la cantidad de foros web en los que entré durante 2009 y 2011 para defender a Summer, a quien llamaban con cuanto adjetivo despectivo existía en esos tiempos. “Ella le advirtió desde un principio que no quería nada serio. Dejen en paz a Summer”, les escribía.
La defendía con mucho dolor porque, como un buen hombre guatemalteco impulsivo que he sido, reconozco que fui un Tom en más de una ocasión. A veces conocemos a alguien, nos encanta, nos ilusionamos y los espacios vacíos los llenamos con imaginaciones o expectativas, y no con la realidad.
Así que hace unas semanas volví a ver (500) Days of Summer, pero tranquilo, acostado en mi cama, junto a mi esposa, con un té en la mano. Y me gustó, disfruté hasta la coreografía y los karaokes etílicos. Pero no olvido esa tarde en el comedor de mi anterior trabajo, cuando pensé que, con mi excelente discurso pro-Summer, había convencido a Fredo de apoyarla.
“¿Entonces, por qué caminó bajo la lluvia hacia el apartamento de Tom, por qué se apareció así?”, me refutó. Buen punto, señor. Espero algún día tener una respuesta a eso.
Por David Lepe