La bailarina cubana Alicia Alonso falleció ayer a los 98 años.
Cuba y el mundo se despidieron ayer de la legendaria Alicia Alonso, una de las divas de la danza clásica, quien eternizó el personaje de Giselle con una marca universal. La artista, fallecida a los 98 años, era una de las más grandes figuras del ballet internacional, Primera Bailarina Absoluta del Ballet Nacional de Cuba (BNC) y un símbolo cultural de su país.
Primeros pasos
Alonso, cuyo verdadero nombre era Alicia Ernestina de la Caridad Martínez del Hoyo, nació el 21 de diciembre de 1920 en La Habana. Con una definida vocación por la danza, sus estudios comenzaron en la escuela de la Sociedad Pro-Arte Musical, de la mano del profesor Nikolai Yavorsky.
La pequeña Alicia rápidamente destacó por sus dotes y se convirtió en una aventajada alumna, que debutó el 29 de diciembre de 1931 como dama de la corte en el Gran Vals, del ballet. En una entrevista, Alonso confesó que aquel día sintió que “era la persona más feliz del mundo, todo era yo, no veía nada. Todo lo sentía como parte mía: la música, el público y mis compañeros bailando”.
A finales de los años 30, se trasladó a EE.UU. para continuar su formación en la School of American Theatre. Su actividad profesional en ese país comenzó en comedias musicales como Great Lady y Stars in your eyes, junto a renombradas figuras de la época, antes de integrarse al American Ballet Theatre de Nueva York, en 1940.
Papel icónico
Elevada al rango de primera bailarina, actuó en escenarios de diversos lugares del mundo, y en 1943 debutó en el ballet Giselle, el personaje de la campesina ingenua, romántica y engañada que bordó a detalle, para convertirlo en el más emblemático de su repertorio. De hecho, en 1993, ya ciega y con casi 73 años, bailó de puntillas para el 50 aniversario de la primera vez encarnó este papel.
Siempre ligada a su tierra, en 1948 creó su propia compañía (Ballet Alicia Alonso), la primera profesional en Cuba y que en 1955 pasó a denominarse BNC. A partir de ahí, compatibilizó la interpretación con la dirección y la enseñanza de esta disciplina.
Entre 1955 y 1959, Alonso actuó con los Ballets Rusos de Montecarlo y fue la primera representante americana en bailar con el Bolshói y el Kirov, en los teatros de Moscú y Leningrado (San Petersburgo).
Más allá de la interpretación, sus versiones coreográficas de los grandes clásicos son célebres internacionalmente y se han bailado por otras importantes compañías como los Ballets de la Ópera de París, la Ópera de Viena, la Ópera de Praga, el Teatro alla Scala de Milán y el Real
Ballet Danés.
Alonso tuvo una de las más largas carreras que se recuerdan en la danza. El 15 de septiembre de 2015, a punto de cumplir 95 años, afirmó en una entrevista con la agencia EFE que le hubiera gustado “bailarlo todo”: “Existo, vivo y muero por la danza”.
