Pocos luchadores lograron acumular tanta popularidad y tanto cariño de la afición como el Rayo Chapín…
Tuve el marcado honor de conocer a Francisco Peiró cuando él empezaba a hacer sus primeros “tanes” en este quehacer de la lucha libre profesional, en la época en la que en el Gimnasio Nacional Teodoro Palacios Flores promovía la lucha libre el señor León Mizrahí. Francisco traía una buena preparación que había obtenido en sus entrenamientos en la Federación Nacional de Lucha Olímpica, bajo la dirección de don Oswaldo Johnston.
En sus inicios, Francisco vio reflejada su personalidad en uno de los grandes ídolos de México de aquel tiempo: El Rayo de Jalisco. Entonces él decidió encarnar un personaje que fuera puramente guatemalteco, y fue así como nació el Rayo Chapín; y quizá lo que le valió lograr el mayor cariño de la afición, fue lo del gentilicio “chapín”, pues obtuvo mayor identificación con la afición guatemalteca.
Poco a poco su popularidad fue creciendo y, en relativamente corto tiempo, el Rayo Chapín era toda una personalidad del cuadrilátero. Él tenía un estilo muy especial de efectuar sus lances, de aplicar las llaves clásicas como el candado al cuello, los body slams, pero si algo era “su fuerte” eran las patadas voladoras, mismas que le distinguieron siempre y que fueron admiradas, no solo por el público sino también por sus compañeros de bando, y temidas por sus adversarios.
Luego vino otra empresa manejada por lo recordados Sergio Álvarez Jaramillo, Willy Galán Palomo y don Efraín Molina Flores, quienes tomaron a el Rayo como su estrella favorita, claro que siempre van saliendo nuevas figuras, pero el Rayo siempre estuvo en su sitial de honor.
Pasaron los años y, ya en 1970, toman la empresa los señores Oswaldo Johnston y José Azzari; es aquí donde viene una nueva era para la lucha libre profesional, con la llegada del espectáculo a la televisión.
Por Enrique Bremermann