La nieta de Mercedes Sosa, Araceli Matus, escucha canciones de su abuela poco y siempre a solas, cuando necesita encontrarse con ella, pero constata que 10 años después de su muerte, La Negra todavía es “vida, amor y lucha por la justicia”.
Sosa (1935-2009) llena así el salón de la casa de su nieta, en la intimidad, mientras en otros rincones del mundo se festeja a la artista argentina con conmemoraciones en las que La voz de América suena con la misma profundidad que cuando estaba viva.
“La canción tiene que tocar mi corazón primero. Porque yo soy como una antena parabólica con la gente: si yo no siento la canción, es muy difícil que la gente la sienta”, sostuvo Sosa una vez.
Con relación a la música, creía que la estructura de la letra era como un poema, y que quien no entendía eso era un cantante en vez de un “cantor”, como ella se consideraba.
Matus dice que todos los días, cuando piensa en su abuela, se pregunta si lo más importante de que La Negra ya no esté en el planeta es el vacío cultural que dejó. Insiste en que de verdad no lo sabe, que no podría decir si en algún lugar de América hay una persona que encarne los valores que propugnó la mujer con la que compartió familia y cuyo legado está en sus manos.
“Mi abuela, cuando elegía canciones para cantar, pensaba en significar el amor a la vida y la lucha contra las injusticias”, cuenta, para añadir que sabía que su voz “representaba para mucha gente esperanza”.
Sosa, ícono de la canción protesta latinoamericana y del folclor argentino, vivió tres años exiliada en Europa al estar perseguida por los militares de la última dictadura argentina (1976-1983), y antes y después de ello fue bandera de los valores que diferencian al continente.
“Su voz significaba para la gente eso que decían las canciones, que es elegida. Lo era y lo es, y no sé si hay otra cantora que en este momento pueda representar eso que representa mi abuela, de verdad espero que sí”, reflexiona Matus.
La
carrera de la artista comenzó como una rebeldía de adolescente, cuando
aprovechó un viaje de sus padres para ir a cantar a la radio con un nombre
falso. A regañadientes y ante la insistencia por parte de la emisora local, su
padre accedió a que grabara música. Y así empezaron la vida, el amor y la lucha
de Sosa con canciones como Gracias a la
vida, Todo cambia y Solo le pido a
Dios.
Sosa, quien toda la vida anheló una forma de éxito masivo que se le escapaba
por la propia idiosincrasia de su figura, reunió en aquellos álbumes a artistas
como Joan Manuel Serrat, Caetano Veloso, Joaquín Sabina, Shakira, Gustavo
Cerati, Franco de Vita, Residente y Jorge Drexler.
Cantora y Cantora 2 se convirtieron en grandes
homenajes en vida. Precisamente Drexler compuso en su día Al otro lado del río pensando en que la cantara Sosa, cuenta en el
libro La Mami el único hijo de la
cantora, Fabián Matus, quien murió en marzo.
El vacío, pues, es ahora doble para Araceli Matus, porque reconoce que los
últimos meses sin su padre han sido “una pesadilla” que ha atravesado con “mucho
dolor” mientras afronta la tarea de sacar adelante la fundación Mercedes Sosa
para la Cultura, en problemas económicos desde hace años.
Pese a la situación, Matus recalca que carga las enseñanzas de su abuela, una
persona “de carácter fuerte que también era amorosa”, que fue la “referente”
entre los suyos, una suerte de guía en una familia en que “la figura de la
mujer es muy importante”.
*EFE