Es mediodía, y pese a estar en pleno resplandor, como es habitual en otros lugares, los rayos del sol no penetran este verde espesor.
Nos encontramos en lo más alto de los bosques prohibidos de Todos Santos, Huehuetenango. Aquí es plena naturaleza, gracias a la protección de las 23 comunidades mayas, descendientes de la etnia Mam, que habitan ahí.
Ellos cuidan, sirven y comparten momentos memorables en este bosque milenario.
Es una extensión de 7 mil 255.40 hectáreas, y cada lider comunitario tiene un área asignada para cuidarla. Es prohibido cortar alguna especie, porque han sido heredados por generaciones.
Su labor de proteger los bosques ha hecho que instituciones, como el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap), apoyen la causa, transfiriendo recursos económicos para proyectos enfocados en fortalecer la administración de las áreas y al desarrollo de las comunidades.
No obstante, ellos cuidan este bosque de Todos Santos, conscientes de que este ecosistema les provee oxígeno, agua, recursos energéticos, para su supervivencia.