En 1977, Barry Geller quería llevar a la pantalla la novela Lord of Light, de Roger Zelazny. En ese entonces la ciencia ficción se había vuelto enorme en la cultura pop estadounidense, gracias al éxito de una pequeña película llamada Star Wars.
Para la creación del arte conceptual, Geller contrató al rey de los cómics, Jack Kirby, quien en ese momento ya se estaba saliendo de hacer historietas a tiempo completo, insatisfecho con la forma en que la industria lo había tratado, a pesar de haber sido él uno de sus principales fundadores.
Kirby era conocido por su descomunal imaginación, pero en este proyecto su creatividad fue impulsada a la estratósfera, pues Geller tenía grandes planes. No solo quería hacer una película, sino un parque temático llamado Science Fiction Land. El concepto era brillante: filmar Lord of Light y luego utilizar los mismos escenarios para crear el parque y sus atracciones en Aurora, Colorado, EE. UU.
El filme y el parque estuvieron muy cerca de hacerse realidad, hasta que todo se vino al suelo, cuando se descubrió que un integrante del equipo de producción de Geller había malversado fondos del presupuesto de la película. Aunque Kirby vendió reproducciones de sus diseños para Lord of Light, el proyecto quedó engavetado.
Un año después, la embajada estadounidense en Teherán fue invadida. Fueron 52 diplomáticos los capturados, pero seis lograron escapar, y la CIA buscaba ideas para sacarlos del país. Aunque algunos querían hacerlo en la oscuridad de la noche, el agente Tony Mendez propuso algo completamente distinto: disfrazar a los diplomáticos como un equipo de preproducción para una cinta ficticia, la cual se llamaría Argo.
La agencia se dedicó a cubrir todos los detalles, como ocupar una oficina en Hollywood y sacar anuncios en publicaciones especializadas en cine. Lo único que les hacía falta era el guion, para lo cual Mendez llamó a su amigo John Chambers, quien tenía uno justo a la medida: Lord of Light, pues había sido contactado para trabajar en los efectos especiales, antes de que el proyecto fracasara. El texto era extenso y complejo, lo que lo hacía perfecto para que no fuera cuestionado por los burócratas iraníes. Pero lo que lo hizo más auténtico fue el denso y psicodélico arte conceptual de Kirby.
Al final la operación funcionó y, el 28 de enero de 1980, los seis diplomáticos que habían escapado de la crisis de rehenes regresaron a EE. UU. Es una historia emocionante, llena de giros y momentos extraños y, a pesar de toda la tensión internacional que aún persiste, esta parte al menos tuvo un final feliz. O tan feliz, como se puede ser en un mundo sin un parque temático diseñado por Jack Kirby.