Fue en un lejano 1997 cuando me topé con ellos. Llegaron en el momento justo de mi vida. No antes, no después. Fue uno de esos álbumes que compré al azar en una extinta tienda de discos, y, a la fecha, no sé por qué lo hice. No sabía quiénes eran, pero al leer I Hate Rock ‘n’ Roll y The Jesus & Mary Chain, el título del material y el nombre de la banda, respectivamente, me dije: “Esto lo tengo que tener”.
La primera canción que escuché fue Snakedriver. No sé qué paso realmente, pero mis oídos jamás habían escuchado algo parecido. Una voz nasal con guitarras saturadas y muchas letras hablando de desamores, sarcasmo contra la vida y la rabia contenida de la juventud, me causaron algo. Simplemente no sabía que finalmente había llegado al shoegaze, ese género musical que me conquistaría por completo gracias a Jim y William Reid, unos hermanos originarios de Escocia.
El impacto que ha tenido la música de este dúo se extiende de la década de los 80 a la fecha. Realmente no quiero hablar de un álbum en específico, pues en su haber tienen una discografía extensa. Solo sentí que finalmente era mi obligación dedicarle un espacio a esta banda que ha sido parte del soundtrack de mi vida y que, personalmente, me trae muy buenos recuerdos.
Su música me provoca estados de una dulce melancolía, como la canción que suena en la última escena de Lost In Translation, cuando Bill Murray le susurra en el oído algo ininteligible a Scarlett Johanson. ¿Pueden recordar el tema que empieza a sonar en ese momento? Pues justamente ese es el sentimiento al que me refiero. Y no se los voy a negar, me gusta.
Hijos bastardos de The Velvet Underground y The Stooges, The Jesus & Mary Chain es un grupo que siempre ocupará un lugar especial entre los que me marcaron desde la primera canción a la que le di play. Cada vez que los revisito confirmo la importancia de su música en mi vida. Que sea este texto una carta de amor a la obra de estos hermanos, si así lo prefieren.
Aprovecho también para celebrar a bandas como esta que, de alguna forma, mantienen los principios sagrados del rock and roll. Vestidos de cuero negro, con gafas oscuras y cabellos desaliñados, los Reid llevaron la idea de la rebelión antipática a lugares oscuros e inhóspitos, a los que pocos se atreven a ir. Y eso, señores, es la música que seguiré celebrando en esta columna.
Álbumes para escuchar: Psychocandy, Stoned & Detroned, Honey’s Dead, Automatic y Damage And Joy.