Este mes, poco después de haber adquirido Warner Media, AT&T canceló la publicación de la revista satírica MAD, poniendo fin a 67 años de historia. Para tres generaciones de aficionados, este ha sido un golpe tremendo.
MAD nació como una idea del editor William Gaines, quien dirigía EC Comics. Uno de sus mejores colaboradores, Harvey Kurtzman, detestaba escribir historias de horror, producto principal de la empresa. Por lo tanto, Gaines le propuso hacer un cómic humorístico. La primera edición de MAD (1952) fue escrita casi en su totalidad por Kurtzman, e incluyó el trabajo de dibujantes épicos, como Wally Wood, Will Elder, Jack Davis y John Severin, quienes fueron los principales colaboradores durante los primeros 23 números del título.
Como una forma de evadir las asfixiantes restricciones impuestas por la Comic Code Authority, Gaines convirtió a MAD en una revista, lo cual le dio amplia libertad editorial. Luego de la partida de Kurtzman, el nuevo editor, Al Feldstein, trajo a bordo a gigantes del dibujo como Don Martin, Frank Jacobs, Mort Drucker, Antonio Prohías, Dave Berg y Sergio Aragonés.
Casi desde el principio, la fuente de ingreso principal de MAD fueron las suscripciones, lo cual le permitió abstenerse de mostrar publicidad por cuatro décadas y les dio carta blanca para burlarse de cualquiera. ¡Y vaya si lo hicieron! Durante buena parte del siglo XX, nada ni nadie estuvo a salvo: desde megacorporaciones, tele-evangelistas, hasta películas, series de televisión y artistas de la farándula, todos se vieron pinchados por la afilada comedia de la revista. Sin embargo, su sátira más venenosa siempre fue dirigida hacia los políticos y el Gobierno, tanto los norteamericanos como los del mundo entero. La revista llegó a ser tan popular que se decía que no eras nadie hasta que MAD te hacía una parodia.
Año tras año, MAD se deleitó en mostrarle al público que el león no es como lo pintan, poniendo en bandeja la hipocresía, la corrupción y la falsedad. Pero nunca se tomaron en serio, refiriéndose frecuentemente a sí mismos y a su contenido como “basura” y como “un desperdicio de dinero”. A pesar de contar con algunos de los escritores y dibujantes más talentosos de la industria, siempre llamaron a su equipo de colaboradores como “la pandilla usual de idiotas”.
La muerte de Gaines, en 1992, marcó el inicio del declive de la revista. El entrometimiento corporativo, la decisión de incluir anuncios, la baja en suscripciones, el internet y la agonía de las publicaciones impresas hicieron el resto. La revista se va, pero el humor irreverente queda. Misión cumplida.