Nuestro país tiene su propia cosecha de productoras, directoras y documentalistas, cuyo trabajo es necesario visibilizar.
Las películas no solo han marcado la vida de muchos sino que, a lo largo de los años, han contado la historia de la humanidad. Todos recuerdan cintas que los conmovieron o hicieron reír, pero pocos saben que en el equipo que las hizo posibles figuraron muchas mujeres. Como otros países del mundo, Guatemala tiene su propia cosecha de productoras, realizadoras, documentalistas, guionistas, editoras, y directoras de arte y fotografía, cuyo trabajo es necesario visibilizar.
De lo global a lo local
The Wizard of Oz, Bonnie and Clyde y los episodios V y VI de Star Wars son solo tres clásicos de Hollywood en los que los trabajos de Blanche Sewell (editora) Dede Allen (guionista) y Marcia Lucas (editora) fueron claves. Mas, para la industria sus nombres pasaron desapercibidos y, aun, sin crédito. Si bien son cintas de los años 30, 60 y 70, el panorama ha cambiado poco y en los 91 años de los Óscar, tan solo una mujer (Kathryn Bigelow, en 2009) ha ganado la estatuilla a la mejor directora.
El llamado a promover la igualdad de género en el cine ha cobrado más fuerza en los últimos años y sus acciones no son exclusivas del ámbito internacional. En respuesta a un artículo de un medio guatemalteco, que destacaba el trabajo de seis hombres y una sola mujer, las cineastas Ana Bustamante y Pamela Guinea publicaron una lista de artistas destacadas del sector cinematográfico local. “Hay muchísimas mujeres que crean, y participan y ganan en festivales. Pienso que no se dan a conocer, en parte, por el mismo sistema patriarcal en el que vivimos y al que hay que ganarle espacios y mostrarle nuestra mirada”, señala Guinea.
Necesidad de contar
Una de las realizadoras que desde hace no menos de una década expone su mirada es Izabel Acevedo, cuyo filme El buen cristiano (2016) ha recibido premios tan importantes como el FEISAL, del Festival Internacional de Cine de Guadalajara. La directora, quien actualmente reside en Nueva York, asegura que la necesidad de tener herramientas para contar lo que pasa en el país la motivó a salir de Guatemala y prepararse.
En España vive Ana Bustamante, quien en su documental La asfixia (2018) expone una historia personal, para rescatar la memoria nacional. El filme ya ganó premios en Guadalajara y Buenos Aires, pero la realizadora cree que para que existan más directoras, hay una palabra clave: “sororidad”.
En la producción ha dejado huella Pamela Guinea. Su carrera incluye Gasolina, de Julio Hernández Cordón; La jaula de Oro, de Diego Quemada-Diez; Tesoros, de María Novaro y más recientemente, Nuestras madres, cinta galardonada en el último Cannes. La también presidenta de la Asociación Guatemalteca del Audiovisual y la Cinematografía cuenta que, al igual que sus colegas, se ha abierto campo a “puro pulso”, por lo que considera importante eliminar los estigmas, para que cada vez haya más mujeres en puestos importantes de la industria.
Otras miradas
El registro histórico, político y cultural que captura el documental enamoró a Anaïs Taracena. Por medio de su cámara, cuenta historias que aportan a la sociedad, realidades olvidadas, dice. Actualmente pule El Topo, un largo documental que aborda el espionaje, el miedo y el silencio generado durante el conflicto armado en Guatemala. Sus trabajos anteriores han sido presentados en festivales de Panamá, Cuba, España, México, Argentina y Colombia.
Veterana del documental es Ana Carlos, cuya visión se ha centrado en proyectos que resaltan la cultura garífuna, las negociaciones de paz y la gastronomía ancestral. Esto la llevó, además, a realizar programas de televisión, como El sabor de mi tierra y Entrémosle a Guate. Aunque la guatemalteca no se queja del camino que le ha tocado recorrer, piensa que “en la industria del cine se necesitan fuentes de financiamiento para que podamos continuar creando y dejando un legado visual”, comenta.
Autoformación
Los departamentos técnicos también cuentan con guatemaltecas destacadas. Samantha de León ha sido la directora de arte de diversas producciones audiovisuales, desde el cortometraje italiano Cena di notte, hasta videos musicales para cantantes como Rebeca Lane y Volein. Su especialización en esta rama, apunta, se ha basado en buena parte en la autoformación y en explorar el internet, para estar mejor preparada.
Más allá
La industria no se limita a las cineastas que viven en el extranjero y en la capital. Movidas por la necesidad de que las mujeres del interior del país cuenten su historia, Verónica Sacalxot y Teresa Jiménez fundaron, en 2013, el Colectivo Lemow. En este promueven proyectos artísticos y culturales, y talleres orientados a la equidad de género, la reflexión crítica y la denuncia.
Falta reconocimiento
Acevedo, Bustamante, Guinea, Taracena, De León, Jiménez, Sacalxot y Carlos concuerdan que lograr ser reconocidas como cineastas ha sido una tarea complicada, hecha a base de esfuerzo, valentía y, sobre todo, a sus ganas de contar historias desde la mirada femenina. Entre las “piedras” que, consideran, han encontrado en su camino, están la poca visibilidad en los medios de comunicación, la falta de recursos destinados a mujeres y los pocos espacios en altos puestos de producción.