El futbol puede que no solucione crisis. De hecho, no escapa de la corrupción, pero aporta alegrías y debería servir de herramienta para el desarrollo social. Ver a una mujer arbitrar un partido de hombres todavía causa asombro, no digamos que un encuentro entre femeninas despierte sensaciones y congregue a miles de seguidores.
A las puertas del Mundial Femenino de Francia 2019, que se inicia el viernes, cabe resaltar el papel que juega la mujer en el balompié mundial. El talento y la habilidad están, es cuestión de pulirlos como pasa con los varones. Sin embargo, esa falta de apoyo y discriminación es la que hace la diferencia y mantiene las brechas.
La brasileña Marta da Silva, las estadounidenses Hope Solo, Abby Wambach y Alex Morgan y la noruega Ada Hegerberg, son algunas de las voces que han reclamado igualdad. Y es que la verdadera equidad no consiste en prestarles el balón, al que de por sí tienen todo del derecho de jugarlo, sino que el apoyo, publicidad y salario sea el mismo que el de los hombres.
Sudáfrica dio un paso al frente al cerrar las brechas salariales entre sus selecciones y decidió igualar las primas en función de los objetivos que logren en los torneos internacionales. El mes pasado en México, la final entre Tigres y Monterrey rompió récord de asistencia en un partido de mujeres al reunir a 51 mil 211 aficionados.
En España, 60 mil 739 personas presenciaron el partido de la Liga Iberdrola entre el Barcelona y el Atlético de Madrid y establecieron una marca de asistencia en ese país. Sí, cada vez se conquista un poco de terreno, pero todavía hace falta mucho.
Otro desequilibrio y más marcado es el los premios en este Mundial, que ascenderán a 30 millones de dólares (Q231.6 millones), de los cuales 4 (Q30 millones 880 mil) serán para el campeón. Una amplia diferencia respecto de Rusia 2018, que repartió 400 millones (Q3 mil 88 millones) y entregó al monarca 38 millones (Q293 millones 360 mil). La balanza sigue inclinada para el lado de la desigualdad.