No estaba previsto que In the end, el disco que The Cranberries publicará mañana, fuese a ser el último de la banda irlandesa. Sin embargo, en medio del proceso de composición sobrevino la muerte de su líder, la magnética Dolores O’Riordan, a quien va dedicado este álbum.
Despedida
“Iba a ser un material más y me gusta pensar que aún podríamos haber hecho unos cuantos”, reconoce Noel Hogan, guitarrista y coautor de las canciones, para quien concluir el trabajo iniciado junto a su compañera “era una bonita manera de acabar” esta aventura.
El nuevo álbum, que representa el octavo de estudio en su carrera y recoge las últimas grabaciones vocales de Dolores O’Riordan, constituye el primer material original del grupo desde que hace siete años publicaran Roses.
Según cuenta Hogan, la iniciativa de lanzar nuevos temas surgió durante los ensayos de su disco Something else (2017), en el que reinterpretaban en clave acústica éxitos como Zombie, Linger y Just my imagination.
En su primera parada de la gira ese mismo año, en Polonia, la inspiración asaltó al guitarrista, que rápidamente esbozó el tema A Place I Know, al cual puso letra O’Riordan en apenas dos días. “Dolores estaba más entusiasmada que preocupada por este disco, al que dedicamos mucho trabajo”, relata Hogan.
Entre los temas destacan piezas confesionales como Lost, con letras en las que la artista, que reconoció haber sido víctima de abusos sexuales de pequeña, canta: “Siento que la tormenta se aproxima, me pregunto por dónde debería empezar. En el pasado, en el pasado, creo que aún vivo en el pasado, y sé que el tiempo ha pasado muy rápido”.
Homenaje
Después de pensarlo mucho y con el beneplácito de la familia, decidieron acabar lo que habían empezado, especialmente porque las maquetas que O’Riordan había dejado con su voz eran tan buenas que el álbum serviría como homenaje.
Para la producción del disco contaron con Stephen Street, quien les ayudó a moldear el sonido de sus primeros trabajos, los celebrados Everybody else is doing it, So why can’t we? (1993) y No need to argue (1994). “Supongo que hubo un intento de captar la energía de aquellas placas, no de reinventar nada a estas alturas, cuando sabíamos que sería nuestro último álbum”, finaliza Hogan.