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“Obsesión Alaïa”, la biografía que el modista tunecino rechazó

En 2013, cuando el museo de la moda de París reabrió sus puertas con una exposición sobre Azzedine Alaïa, la periodista Laurence Benaïm publicó desde los fogones de su taller un relato íntimo del diseñador, que no fue capaz de perdonar que el libro tuviera menos páginas que la biografía de Yves Saint Laurent.

Benaïm se construyó un nombre en el mundo de la moda francesa con la publicación de uno de los mayores trabajos documentales sobre Saint Laurent (YSL), una monumental biografía de 700 páginas que él mismo aprobó en 1993 y que ha sido reeditada en numerosas ocasiones. El franco-argelino fue la primera pasión de Benaïm, pero Alaïa era una emoción permanente.

Las horas que ambos pasaron juntos en sus talleres, las fiestas en su casa y las comidas en su cocina, quedaron retratadas en el libro Le Prince des Lignes (El Príncipe de las Líneas), que la editorial Superflua, especializada en títulos de moda, rescata ahora en español bajo el nombre Obsesión Alaïa.

La periodista, que dirigió durante años la revista Stiletto, trató de captar en sus páginas “la energía de un movimiento sin fin, su forma de envolver el cuerpo de las mujeres”, dice Benaïm. Se trata de un ensayo visual y explícito sobre una forma de percibir la moda en peligro de extinción, por no decir extinta.

“Me concentré en este libro para que fuera tan elástico y nervioso como sus vestidos. La moda se borra, es efímera, no podía no haber contado lo que vi”, señala.

El libro lo rememora desde su infancia en Túnez, retratada como un paraíso que vivió rodeado de las mujeres de su familia, cines y teatros, a través de los que construyó su propia ideal del sueño parisino, al que comenzó a dar forma con su traslado a la capital francesa en 1957 y su entrada en el equipo de Dior. Duró cinco días.

Tras pasar por varias marcas, creó la suya, a finales de los 70 y construyó una leyenda de vestidos estrechamente vinculados a la silueta femenina, y a ser posible sobre el cuerpo de Naomi Campbell, a quien él descubrió a sus 16 años. “Creo que esa es la diferencia con Karl Lagerfeld, quien desarrolló la imagen de súpermodelos por razones vinculadas a la audiencia, al culto a la imagen, a la celebridad, mientras que Alaïa quería las mujeres más bellas del mundo, era una relación carnal que aspiraba a sacar lo mejor de una pierna, un pecho…”, cuenta la autora.

El tunecino no encajaba en un mundo políticamente correcto y puramente superficial, como es el de la moda, por lo que no dudaba en criticar a sus colegas, como Lagerfeld, de quien dijo que no había agarrado unas tijeras en su vida. Ambos se odiaban, según Benaïm, pero Lagerfeld no decía nada y Alaïa sí. “Podía ser terrible, muy injusto, tan injusto como generoso. Hoy todo el mundo habla bien de todo el mundo y todos quieren parecer amables incluso si en el fondo son malísimos, por eso m gustaba su lado sincero. Si le gustaba alguien lo decía, y si no también”, añade.

La propia Benaïm probó su veneno cuando una noche, en la cocina de Alaïa, mientras corría el vino y el vodka, le leyó algunos párrafos del libro que preparaba sobre él. Su pequeño homenaje.

“Empezó a servirse vodka. Estaba muy interesado y muy contento y de pronto, algo pasó, y cambió de humor. Ya no quería este libro. Fui objeto de un cierto rechazo que no comprendí y que duró hasta su muerte, no volvimos a hablarnos”, cuenta.

Algunos de sus amigos le dijeron más tarde que fue el tamaño del libro, de apenas 90 páginas, lo que le disgustó, y la perniciosa autocomparación con Saint Laurent. Pese a la ruptura, Benaïm sigue rindiéndole homenaje hablando de una obra que ha dejado un legado firme, aunque no suficientemente estimado, y lamenta que tras su muerte fuera enterrado en Túnez con tan pocos honores por parte de Francia.

“Alaïa representa la idea de perfección, de alcanzar algo superior. No se preocupaba por las tendencias, pero sus creaciones siempre eran oportunas”, dice. Incluso su voluntad de presentar sus colecciones fuera del calendario official, “mostraba las colecciones cuando estaban preparadas”, es ahora ejemplo de tenacidad y de una voluntad po mantener la dimensión íntima de su trabajo cuando todos se sumaban al prêt-à-porter y a la moda rápida.

“Hoy, la moda se dirige a un numero incalculable de personas que han perdido su rostro y que solo respaldan un logo. Él probó que la verdadera calidad de un couturier era ser reconocido por su silueta más que tatuando logos en un vestido hecho en China”, critica.

*EFE

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