Con el fallecimiento de Karl Lagerfeld, la moda pierde a un hombre clave.
A Karl Lagerfeld no le llamaban el Káiser de la moda solo porque sí. A lo largo de su vida hizo honor de este título y fue un auténtico emperador alemán, en lo bueno y en lo malo. Porque sí, Karl sabía medir a la perfección cada uno de sus diseños, pero no tanto las agujas envenenadas que salían de su boca. Fuera de eso, fue el salvador de la casa de modas Chanel y, sobre todo, el responsable de idear mágicos mundos de alta costura. París, Nueva York, Milán, Londres y todo fashionista que se aprecie llora desde ayer la muerte del diseñador de un legado atemporal.
Vital
Detrás de sus lentes oscuros y el cabello plateado (no gris) atado en una cola, Karl Lagerfeld supo ocultar bien sus 85 años. A diferencia de otros diseñadores, nunca anunció públicamente su retiro y se mantuvo en activo hasta hace muy poco tiempo. Es verdad que no estuvo en el más reciente desfile de Chanel, en enero, lo que generó preocupación acerca de su salud, pero nadie dudó de que estuviera pendiente de cada uno de los detalles de la puesta en escena.
Lagerfeld nació en Hamburgo en 1933, pero muy joven, en la década de los 50, llegó a París. En la capital francesa, y de la moda, trabajó de forma independiente para firmas tan prestigiosas como Pierre Balmain, Chloé y Fendi, con la que, por cierto, colaboró hasta el final de su días. Aunque en 1974 fundó la marca que lleva su nombre, su consagración como ícono llegó en 1983, cuando fue nombrado
director creativo de Chanel.
Al alemán se le atribuye haber rescatado la casa de modas, y sobre todo, se le alaba haber respetado y renovado el legado de mademoiselle Coco Chanel, en piezas clásicas como el traje de tweed (lana) y el Little Black Dress y en elementos como los collares de perlas. Pero Lagerfeld hizo algo más y fue darle teatralidad a cada uno de los desfiles de la firma. Bajo su mando, el Grand Palais de París se convirtió en casino, taller de costura, estación espacial, restaurante francés y supermercado, entre otros.
Como el genio que era, Lagerfeld fue también polémico. Admitió que detestaba la “fealdad” de las mujeres gordas, los hombres rusos y los tatuajes. De Adele dijo que estaba gorda, pero que amaba su cara y su voz; y de Meryl Streep, que era una gran actriz, aunque vulgar. Además, desacreditó al movimiento Me Too en el mundo de la moda.
Una de sus últimas apariciones públicas fue en Nueva York, en diciembre de 2018, en el show Metiers d’Art, de Chanel. Para la ocasión transformó el Museo de Arte Metropolitano en un escenario de inspiración egipcia e hizo desfilar al mismísimo Pharrell Williams. No lo sabíamos, pero era la despedida. Y Karl se fue en grande, porque no sabía hacerlo de otra manera.