Londres, 19 feb
(EFE).- Érase una vez el cuento de 2 equipos cuyo ser estaba concebido para
marcar goles, preparados a atacar y con la portería como único objetivo, 2 cuadros
llamados Liverpool y Bayern Munich, a los que un duelo en Europa los condenó a
tener miedo a buscar el gol y encontrar una victoria que se perdió en las
gradas de Anfield (0-0).
La condición de eliminatoria a ida y vuelta en estos octavos de final maniató a
ingleses y alemanes y les ayudó, especialmente a los bávaros, a especular con
un resultado que lo deja todo abierto para el duelo en Múnich. Jurgen Klopp se
llevó la victoria particular de no encajar en casa y Niko Kovac la de que su
rival no sacara ventaja de Anfield. Al final, todos, más o menos, contentos.
Cada uno llegó con sus propias dudas, los locales, escasos de centrales, con
las bajas de Virgil Van Dijk por lesión y de Joe Gomez y Dejan Lovren, por
lesión, y los visitantes por la hegemonía cedida en Alemania.
Kovac avisó en la entrevista previa al partido de que lo que más ansiaba era
evitar un arrollamiento red en los
primeros 20 minutos y su equipo respondió poniendo el ritmo del encuentro.
Los alemanes templaron la temperatura del encuentro y controlaron la salida de
ambos conjuntos, llevando el encuentro a un terreno muy alejado de la locura
que se vivió allí en otras eliminatorias, con la retina aún puesta en aquel 3-0
que el Liverpool le endosó al Manchester City la temporada pasada.