El cineasta Jayro Bustamante llevó hoy a la Berlinale su segunda cinta en este festival, Temblores, una historia que, a partir de la homosexualidad de su protagonista y con un fuerte componente religioso, habla de temas represores de la libertad en Guatemala.
Bustamante señaló, en una conferencia de prensa, que la cuestión de la homosexualidad le gusta mucho, “porque transparenta otros temas” de Guatemala y que con esa opción sexual como punto de partida, su película habla realmente de “machismo, sexismo, opresión y misoginia”.
Temblores narra la historia de Pablo, interpretado por Juan Pablo Olyslager, quien se enamora de Francisco y decide abandonar a su familia profundamente creyente.
La familia, no obstante, antepone la religión y la institución familiar, y está convencida de que la homosexualidad de Pablo es curable.
La película es “completamente actual”, aseguró el cineasta, quien reconoció haberse sorprendido por lo que propone la sociedad para curar la homosexualidad.
Tras rodar Ixcanul, su filme debut que en la Berlinale de 2016 fue premiado con el Alfred Bauer a la innovación, Bustamante conoció a “un Pablo”, y su investigación le llevó a descubrir que el 9 por ciento de la población masculina en Guatemala está “en el closet”, casados y mintiendo a sus familias.
Cuando en Guatemala un hombre decide salir del armario, la familia, el pastor, le dice que se case, que guarde su apariencia de hombre y siga fingiendo en la sociedad, explicó.
Por eso, quiso agradecer a “todos esos pablos” que le dieron su testimonio, que le contaron cuánto tiempo estuvieron “prisioneros del sistema” y felicitar a aquellos que salieron del closet y son felices hoy día.
Por otra parte, señaló, en Guatemala la ley no hace una verdadera diferencia entre la homosexualidad y la pedofilia, realmente queda “a discreción del juez”.
Por eso, en un país donde el 99 por ciento de la sociedad es religiosa, cuando las normas religiosas dicen que la homosexualidad es una “abominación” y los homosexuales “unos monstruos”, es “lógico” que la gente que cree en esas reglas piense del homosexual que es un “monstruo abominable” que puede hacer “monstruosidades”, dijo.
Para Olyslager, que coincide con Bustamante en que la sociedad guatemalteca es “muy cerrada”, el deber de los que hacen cine es señalar con el dedo las cosas en la sociedad con las que no están de acuerdo.
Agregó que no se planteó las consecuencias personales de interpretar a Pablo para él como persona y como actor, y señaló que se trató de aproximarse al personaje como siempre hace con otros roles, intentando identificarse y sin juzgarlo.
Paralelamente se da en la sociedad el fenómeno de volver a la mujer “guardiana del método conservador, del machismo”, por lo que según Bustamante, hace falta en Guatemala una revolución de género, una revolución feminista “muy fuerte”, agregó al referirse al papel de la mujer de Pablo en el filme.
Por otra parte, “fuera del concepto romántico de la relación familiar”, existe una real necesidad de “pertenecer a un grupo” a falta de un Estado con propuestas, por lo que el individuo, solo, no es nadie, explicó.
Para el cineasta no había final feliz posible en su película, porque no cree en el happy end para la gente que no quiere vivir bajo las reglas sociales y religiosas en Guatemala.
*EFE