viernes , 22 noviembre 2024
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La naturaleza humana

Hasta donde sé, nadie ha podido penetrar completamente en la naturaleza humana. Somos una amalgama de intrincadas y profundas realidades marcadas por tres grandes características: nuestra especie biológica, nuestro sello histórico social y nuestra psique individual. Estas tres realidades nos hacen únicos en lo individual, y únicos como especie. Solo el ser humano se caracteriza por acumular efectos culturales, dejar huella de su paso por la historia y trazar derroteros hacia el futuro.

Del tema se han ocupado, desde la antigüedad, los filósofos. Los psicólogos vinieron después; los sociólogos, los religiosos, los brujos, los chamanes, etc. Todos devanándose los sesos para tratar de entender cómo funcionamos los seres humanos. A decir verdad, a las más sesudas teorías, le sobrepasan las conductas imprevistas, sobre todo, cuando la confianza se transforma en la calma que envuelve el mar. En suma, nadie es capaz de leer la mente y el corazón humano sin exponerse a estar rotundamente equivocado.

Pero los seres humanos manejamos una naturaleza de vida de la cual nunca somos conscientes al cien por ciento. De hecho, por más que nos conozcamos a nosotros mismos, siempre habrá algún factor externo o interno que nos haga actuar de manera no previsible. A veces nos asustamos de nuestra propia actuación en momentos determinados, distinta a nuestra manera habitual de ser. Nunca llegaremos a conocernos a nosotros mismos, por mucho consejo que se consignara en aquel aforismo de la antigua Grecia: “Conócete a ti mismo”. A veces actuamos imbuidos de un optimismo desbordante; otras, marcados por brotes de mezquindad, hostilidad extrema y ruindad sin límites.

Pero esta situación se torna mucho más complicada cuando se trata de conocer a los demás. Hay casos de personas con quienes nos hemos relacionado por muchísimos años y, por ende, creemos conocerlas al dedillo. Sin embargo, un factor específico puede servir de disparador para que el programa de vida que ha manejado, cambie completamente. Cuando acabamos de conocer a una persona, quizá el impacto de su conducta imprevista no sea muy significativo ante nuestra percepción.

Es común escuchar en la vida cotidiana aquella frase de “le salió el cobre” a personas cuya conducta regular se ve de repente afectada por opiniones o decisiones que nos causan desazón, incertidumbre, y a veces, dolor. A veces, la naturaleza humana se transforma en una conducta miserable, alejada de las normas morales y éticas universales. El instinto a flor de piel, como quien dice.

Hace poco tuve un sobresalto de esta naturaleza humana. Y aunque trato de ver la vida desde la óptica de la objetividad, sin complejos religiosos de ninguna índole, no dejó de afectarme un tanto en mi esfera emocional y en mis afectos. Pasado el mal rato, hice un esfuerzo por darle una explicación racional y objetiva al asunto, entendiendo que, sobre la rectitud, la gratitud y las normas más elementales de cortesía, no hay nada escrito. Omnia iam dictum est.

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