Por: KAREL CALLENS*
Director adjunto del Programa
Estratégico 1 de la FAO
*En colaboración con Marco Knowles es coordinador técnico del Programa FIRST
En Guatemala, la cifra de niños con retraso en el crecimiento permanece muy alta (46.5%), pero se ha rebajado casi 10 puntos en el último cuarto de siglo. Este importante avance puede camuflar realidades alarmantes.
En ocasiones, las políticas contra el hambre y la malnutrición —incluso aquellas que se demuestran efectivas en términos generales— no alcanzan a ciertos colectivos, comunidades o áreas. En el Programa FIRST (una alianza entre la Unión Europea y la FAO), trabajamos con los Gobiernos para asegurarnos de que el impacto de los planes e inversiones contra la malnutrición llegue a quienes más lo necesitan.
Lo primero es determinar quiénes se están quedando fuera del alcance de las políticas. A veces se trata de colectivos concretos, por ejemplo, los pueblos indígenas, que enfrentan a menudo el desposeimiento de sus tierras y la exclusión.
En el caso de las mujeres indígenas, la discriminación es mayor. En otras ocasiones, los que se ven rezagados son territorios con condiciones geográficas o climáticas concretas: por su difícil acceso, su distancia o el impacto del cambio climático. Es el caso del Corredor seco.
Segundo, debemos hacer un esfuerzo por entender cuáles son las razones por las que los esfuerzos de Gobiernos y otros agentes no calan, y buscar la forma de cubrir esas lagunas. Puede ser porque falta capacidad para identificar a los más vulnerables o incentivos que inviten a cubrir sus necesidades. O incluso fondos o capacidad para llevar adelante las intervenciones adecuadas. También puede ocurrir que estas estén mal enfocadas y los planes para acabar con el hambre se centren únicamente, por ejemplo, en producir más comida, en lugar de asegurarse de que todos coman.
Por último, evidentemente, debemos ponernos manos a la obra. En Guatemala, por ejemplo, a través de FIRST la UE y la FAO apoyan al Gobierno para que las mujeres —de las que depende en gran medida la alimentación de los hogares— no queden fuera del alcance del programa de apoyo a la agricultura familiar (PAFFEC).
Si queremos que el Hambre Cero sea realidad en 2030 urge que nos centremos en aquellos que están más expuestos. Porque desatender a los colectivos más hambrientos mientras combatimos la malnutrición sería una inaceptable paradoja.