Cada 7 de diciembre, en punto de las 18:00, los guatemaltecos inician la Quema del Diablo. Esta celebración mágico-religiosa, que busca deshacerse de las impurezas para recibir la temporada navideña, tiene sus orígenes a finales del siglo XIX y aún permanece muy arraigada en algunos barrios y colonias del país. Hoy le damos una mirada a sus detalles históricos, a la vez que recordamos que, aunque es una tradición, también provoca impactos negativos en el medioambiente.
Un festejo popular
De acuerdo con Aníbal Chajón, investigador del Centro de Estudios Folklóricos de la Universidad de San Carlos, los fogarones son una evolución de las luminarias que se organizaban para acompañar el paso de la imagen de la Virgen de Concepción.
Durante la época Colonial, apunta Chajón, las familias invertían en costosas veladoras, que colocaban en sus balcones. Mas, con la llegada de los gobiernos liberales y la expulsión de los frailes y sacerdotes que dirigían esta práctica, el resto de los pobladores se unieron al festejo. “Los fogarones permitieron a las personas con menos recursos expresar su devoción, alegría y entusiasmo”, agrega.
Expansión
La práctica pronto se extendió y entre los barrios que celebraban la Quema del Diablo con mayor júbilo están la Parroquia Vieja, el Centro Histórico y Gerona, ya que por sus alrededores pasaban los rezados que salían de Catedral Metropolitana, San Francisco y la desaparecida Iglesia de Concepción. A finales del siglo XX, manifiesta el historiador, la tradición llegó a zonas aledañas, como la Avenida Bolívar.
Significado
Con el tiempo, el festejo se convirtió en una competencia entre vecinos, para determinar quién creaba los fogarones más grandes. Sin embargo, indica Chajón, su sentido espiritual continúa vigente: “El diablo fue derrotado por la Inmaculada Concepción y la virgen (María) dio a luz a Jesús, para dar salvación”. Esto se relaciona directamente con limpiar la casa y encender el fuego justo a las 18:00, cuando comienza la fiesta católica.
Nuevas maneras
En sus inicios, a las fogatas se incorporaron ramas secas recolectadas en barrancos, mas en los años 70 y 80 la Quema del Diablo sufrió una etapa de decadencia al incluir basura, periódicos y neumáticos. Afortunadamente, dice el historiador, la población comenzó a tomar conciencia ambiental y celebrar de nuevas maneras.
Las piñatas de “diablillos” surgieron en la década de los 90. Para Chajón, estas figuras representan una forma novedosa de mantener viva la tradición, pero con ciertos límites que disminuyan el impacto ambiental de otros materiales.
