Bernardo Bertolucci, fallecido hoy a los 77 años, se convirtió en uno de los grandes maestros de la segunda mitad del siglo XX con su sagaz visión de la historia y sus íntimas incursiones al mundo de la sexualidad y al despertar del amor.
Sus ideales
Italia lamenta la muerte de uno de sus directores más insignes, autor de una quincena de largometrajes con los que degustó las más altas mieles del éxito y con los que reflejó su idea del amor, de la la historia y de la situación de los más desfavorecidos.
No en vano nació y creció en la Emilia Romagna partisana y comenzó en el cine como asistente del gran retratista de las clases bajas italianas, Pier Paolo Pasolini, que rodaba Accattone (1961).
En su primera película, La commare secca (1962), Bertolucci asume la visión de Pasolini para desentrañar la muerte de una prostituta buscando la verdad en los más ínfimos suburbios romanos.
Aspectos indelebles
Pronto adquirió una narrativa propia, pero en sus retratos de la individualidad y lo colectivo, la temática social quedó indeleble, mostrando la conflictividad entre la burguesía y los radicales aires de cambio que soplaban en el continente en los años 1960.
Así lo demostró en otras obras como Prima della rivoluzione (1964), en su versión de Il conformista (1970), con la que logró su primera nominación al Óscar, es decir, su primer éxito internacional, o en la Strategia del ragno (1970).
Pero la historiografía por la que será siempre recordado es aquel monumental díptico de Novecento (1976), ambientado en su región natal para mostrar la tensión social entre las clases trabajadoras y la burguesía de los latifundios en los albores del siglo pasado.
Sumergido en las pasiones
El cineasta no se limitó a explorar el tejido social de los tiempos, sino que se sumergió en las pasiones y las relaciones entre personas en títulos, como Ultimo tango a Parigi (1972), quizá el más conocido y polémico de su nómina.
Grandes éxitos
Sin embargo el mayor éxito del realizador llegaría en 1987, con el estreno de The Last Emperor, un regreso épico a la historia para retratar al último emperador chino, Puyi, y que le valió nueve Óscar, entre ellos el de Mejor Dirección, hasta la fecha el último italiano en conquistarlo.
Tres años después estrenó The Sheltering Sky (1990), una nueva agónica historia de amor en el desierto del Sahara protagonizada por John Malkovich.
Y posteriormente llegaría otro de sus títulos inolvidables, Little Buddha (1993), en el que Bertolucci se adentra en la espiritualidad oriental con un niño estadounidense que se supone la reencarnación de la divinidad, interpretada por Keanu Reeves.
El cineasta concluyó su nómina con historias sobre el despertar sexual de la juventud, una constante en su nómina artística, como Stealing Beauty (1996) o su último trabajo, Io e te (2012), pero también en su revisión del Mayo del 68, The Dreamers (2003).
*EFE