POR: Juan Roberto Mendoza
Coordinador de Monitoreo y Evaluación, Dirección de Planificación, Monitoreo
y Evaluación SESAN
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La resiliencia es “la capacidad de adaptación de un sistema, comunidad o sociedad potencialmente expuesta a amenazas, resistiendo o cambiando, con el fin de lograr o mantener un nivel aceptable de funcionamiento y estructura”. Una comunidad resiliente es capaz de prepararse para choques, adaptarse a los mismos y soportarlos, sin socavar por ello sus medios de vida. El concepto de resiliencia aplicado a los sistemas alimentarios conduce a la resiliencia en seguridad alimentaria y nutricional. Muchos medios de vida de las familias vulnerables, están expuestos a amenazas que pueden degenerar en un desastre cuando su capacidad de respuesta es baja. Entre los ejemplos de amenazas se incluyen: sequías e inundaciones, terremotos, plagas, deficiencias del mercado y aumento en los precios de los alimentos. Cuando esta situación se conjuga con las tensiones ocasionadas por el cambio climático, afecta la capacidad de recuperación de las comunidades ante un choque, por lo tanto, terminan oscilando entre la emergencia y la recuperación, lo cual con el paso del tiempo, menoscaba la resiliencia de las familias. Los medios de vida rurales que dependen principalmente de la agricultura de secano (que depende de la lluvia), son especialmente vulnerables porque las actividades son, por naturaleza, sensibles al clima. Si bien las poblaciones en riesgo tienen experiencia en lidiar con la variabilidad climática y los desastres recurrentes, y tienen años de conocimiento contextual, la intensificación del riesgo de desastres y del cambio climático afecta sus estrategias tradicionales de afrontamiento.
En Guatemala, la producción de maíz y frijol de los agricultores de infra y subsistencia, principalmente del Corredor seco, se ha visto afectada durante el período 2012 a 2016 y 2018, por un déficit de lluvias asociado con la sequía e irregularidades en la distribución espacial y de la precipitación. Esta situación incrementa la inseguridad alimentaria de las familias de estos pequeños agricultores, al erosionar sus mecanismos de respuesta y sus medios de vida. Actualmente las autoridades de la SESAN están coordinando la elaboración de un plan para fortalecer la resiliencia de los pequeños agricultores del Corredor seco. Éste incluye acciones que se ejecutarán a mediano y largo plazo, entre las cuales está la diversificación gradual de los cultivos y los medios de vida de las familias.