Por: Max Colodro
Director del Magíster en Comunicación Política y Asuntos Públicos
A estas alturas, los problemas de la izquierda no son políticos, sino existenciales; y no tienen relación con los recientes procesos electorales, que han terminado con personajes como Trump o Bolsonaro instalados en el poder. La izquierda estuvo durante un siglo y medio luchando por un objetivo de dimensiones escatológicas, que terminó en un estruendoso fracaso: construir una alternativa a la sociedad capitalista. En el mundo actual y en un futuro previsible, la idea de una sociedad al margen del orden capitalista mundial simplemente no existe; y las que aún sobreviven en ese intento (Corea del Norte, Cuba y Venezuela) son hoy verdaderos paradigmas de totalitarismo político, desastre económico y crisis humanitaria. La izquierda ha debido resignarse, entonces, a tratar de “humanizar” el capitalismo a través de políticas sociales cada vez más ambiciosas. En el fondo, derivados de la frustración, que nunca terminan de sublimar la rabia y el dolor ante las infinitas evidencias del capitalismo triunfante. Incluso China se ha convertido en una descomunal paradoja: un país que cumplirá setenta años gobernado por un partido marxista-leninista, tendrá en la próxima década más multimillonarios que E E.U U., es decir, será el país con mayor nivel de concentración de riqueza privada y con mayor desigualdad social. Pero la izquierda no se resigna; dado que el mundo actual no le gusta, prefiere no mirarlo, no analizarlo. ¿Tiene algo qué ofrecer la izquierda en la era del capitalismo global? ¿O prefiere vivir dando testimonio de su derrota, reivindicando un tiempo donde parecía ser dueña de la historia?