viernes , 22 noviembre 2024
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¿Qué hacer? ¿Cuál es el camino? (II)

Distritos pequeños, un solo diputado por distrito e inscripción de candidaturas sin necesidad de que las avale un partido político. Si no es usted, alguien como usted debe estar en el Congreso y ser SU voz. El diputado, la voz de aquellos que le eligen, electores que le habrán dado SU confianza y que le exigirán, evaluarán y sancionarán sus resultados. ¿Qué hacer? ¿Cuál es el camino? Espero que –a estas alturas– ya se haya respondido la columnista qué es lo que se debe hacer y encontrado el camino: el establecimiento del sistema de los distritos electorales pequeños. Eligiéndose en cada distrito a un solo diputado se instalará el pueblo en el Congreso y, a partir de esto –así de claro– todo es posible. Instalado el pueblo en el Congreso desaparecerá el grave vicio de que se arroguen, grupúsculos, una representación de que carecen y el de cierta prensa que, a periodicazo limpio, la pretende. Si el pueblo se siente –y no solo se siente sino que está– representado en el Congreso, será el Congreso respetado y ningún nacional, o extranjero, se atreverá a irrespetarlo que, irrespetado el Congreso, el pueblo irrespetado. Resulta válido que se pregunte la columnista y que nos lo preguntemos también nosotros qué es lo que tendría que hacerse para llegar a un sistema de distritos pequeños, pregunta que me permito responder en estos términos: Para llegar a este sistema se hace necesario reformar la Constitución Política de la República (específicamente, el artículo 157 de la Constitución) ya que es esta la que establece los distritos electorales gigantescos, cada departamento un distrito con excepción del departamento de Guatemala que tiene dos, igualmente gigantescos, el metropolitano que abarca la ciudad de Guatemala y el que comprende sus restantes municipios. El Congreso de la República con el voto favorable de las dos terceras partes del total de diputados que lo integran habría de aprobar lo propuesto, el establecimiento de los distritos pequeños y la forma señalada de elegir y, si aprobada la reforma, someterla a Consulta Popular.

Pienso que esta, la política (y concretamente, la del citado artículo 157) debería ser la única reforma puesto que si esta se hace realidad, me permito reiterarlo, el pueblo ya instalado en el Congreso, podrá seguir con cuantas le parezcan pertinentes. El sistema de distritos pequeños tiene sus peligros y es bueno no ocultarlos, uno de ellos, el de los cacicazgos que pueden llegar a establacerse, tal y como ha ocurrido en muchas alcaldías –menos probables en las diputaciones, sin embargo– puesto que las alcaldìas gozan de un poder ejecutivo del que las diputaciones carecen. Otro de sus peligros  –que no lo es para los sectores verdaderamente democráticos– es que el sistema de distritos electorales pequeños permite que tomen el poder –de verdad– los electores y que lo pierdan aquellos que lo tienen: El pueblo instalado en el Congreso –así de claro– habrá recuperado para sí todo el poder, el poder que al pueblo pertenece. ¿Le da a usted miedo?¿Qué hacer? ¿Cuál es el camino? ¿Le preocupa a usted que a través del sistema de distritos pequeños se dé un desplazamiento del poder y que puedan perder el poder quienes lo tienen. En el sistema de distritos electorales pequeños, con el objeto de perfeccionar aún más la democracia, debe permitirse que se exijan requisitos mínimos para que los candidatos a diputado puedan postularse, eliminándose el monopolio que ejercen al respecto los partidos políticos , lo ideal, incluso, que todo ciudadano, sin más, pueda postularse.

Peligro, también, consustancial del sistema de distritos electorales pequeños, distritos en que se elige un solo diputado en cada distrito y, en consecuencia, en el que se gana o se pierde es que, en efecto, tendencias minoritarias importantes, significativas, pueden quedar sin representación alguna o, al menos, sin una representación que sea congruente con la proporción nacional de votos obtenida. (La suma de los votos obtenidos por la agrupación en cada distrito). El ejemplo extremo –prácticamente imposible en la realidad pero que nos sirve para comprender este peligro– sería el de una tendencia política que, por pocos votos de diferencia, perdiera todos los distritos y, en consecuencia, no obtuviera ni una sola diputación pero que sumados sus votos (sus votos en todos los distritos) fuera la mayoritaria, incluso muy por encima de las otras.

Este fenómeno podrá aliviarse si se sostuviera, a la par, un listado nacional de diputados, listado por el que se votaría en todos los distritos y en el cual se adjudicarían las diputaciones en proporción a la votación nacional obtenida: si veinte por ciento la votación nacional del grupo, veinte por ciento de los diputados electos por listado (si el listado de veinte, por ejemplo, cuatro los diputados que tendría). ¿Una cámara alta, acaso, para no desvirtuar el sistema de distritos electorales pequeños pero aliviar el defecto citado? Pienso que esto es algo a debatir profundamente puesto que grave es el daño que nos han hecho los listados: Que los electores no nos sintamos –ni estemos– representados. La inexactitud –por no llamarla mentira– no conduce a nada bueno y no es cierto que la Constitución de 1985 haya ignorado a la Guatemala indígena como tampoco que existan artículos de la Constitución que la excluyan cuando, por el contrario –la población indígena goza por mandato constitucional expreso– del reconocimiento, respeto y promoción de sus formas de organización social, lo que implica el reconocimiento, respeto y promoción de su Derecho. Cierro la columna reiterando, una vez más, que el sistema electoral de los distritos pequeños tendría como resultado que la población indígena tendría una amplia participación en el Congreso puesto que serían muchos los distritos en que esta prevalezca, enemigos del sistema electoral de distritos pequeños aquellos que no quieren que se produzca una representación semejante y aquellos que se arrogan su representación, sin tenerla, y que se saben incapaces de ganar una elección en un distrito pequeño. ¿Se atrevería la columnista a ser candidata a diputado en un distrito pequeño? ¿Se cree que podría ser capaz de ganar la elección? ¿Se atrevería a medir, electoralmente, la representación que invoca? ¿Qué hacer? ¿Cuál es el camino?

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