El trabajo de un guardián de monumentos en el Cementerio General es, sobre todo, sacrificarse para mantener el resplandor de las tumbas de personas que son ajenas a su familia, sobre todo cuando el cliente no ha llegado a cancelar los servicios de mantenimiento solicitados.
¿Quién está dispuesto a visitar todos los días la tumba de un ser que es un extraño para él?, o en el más costoso de los casos, ¿quién podría mantener en constante mantenimiento el nicho de un difunto que viene siendo un extraño?
José Antonio Mozón es una de estas personas entregadas al cuidado de los recintos que guardan los restos de desconocidos, pero que cuida día a día con esmero.
Mónzon ha dedicado buena parte de su vida a la instalación de lápidas, jardineras y floreros, iniciando su jornada temprano, a las 7:00.
“Mi compromiso no es solo con el cliente, sino también con los nuevos vecinos del cementerio”, dice este guatemalteco al referirse a los difuntos que llegan todos los días al cementerio general.
Según monzón, la mayoría de las veces el trabajo empieza después de los 3 meses que los familiares llegan a enterrar a su difunto: “cuando las familias ya han olvidado a su ser querido”, asegura.
“Es cuando se instalan las jardinerías de los nichos y mausoleos de las tumbas”, añade.
A decir de este guardia, las jardineras se debe mantener con el agua limpia, para que los santos mantengan la elegancia, que es lo esencial, lo demás “es complementario; es decir, el cliente debe estar satisfecho con lo que se le hace a su ser querido”, explica.
Hasta el momento, Monzón atienden al mes 12 nichos y 15 mausoleos. Pero este Día de Todos los Santos espera qua lleguen más familias a encomendarle el trabajo.
“Cada trabajo que realizo lo hago con buena voluntad. Me gusta presentar un trabajo donde el cliente esté satisfecho”, concluye.