Si se hubiera puesto en orden, a tiempo, se hubiera podido rescatar el proyecto y no se hubieran dado las acciones sucesivas.
Si la nota publicada precisare de testigo y precisare de testigo la reunión
celebrada, sea este el embajador Carlos Raúl Morales Moscoso, excanciller de la República, y quien puede dar fe que la reunión –en efecto– se desarrolló conforme la guía preparada y que guía y ayuda de memoria (un solo documento, el documento publicado) reflejan fielmente lo actuado en la reunión sostenida y, así:
(1) Que es mentira que se haya pedido en esta, el 25 de agosto de 2017, la destitución del profesional contratado para dirigir la CICIG.
(2) Que es mentira que se haya hecho ver algo distinto a la necesidad de auditar el trabajo hecho por la Comisión y por el profesional contratado para dirigirla.
(3) Que se proporcionaron suficientes elementos en esa reunión para apreciar aciertos pero –también y fundamentalmente– para tomar conocimiento y conciencia de los errores incurridos.
El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas no supo estar a la altura de las circunstancias, lamentablemente y, sujeto a estrecha rosca, se abstuvo de activar evaluación y auditoría algunas y permaneció inmerso en su parnaso, prisionero de los efluvios mediáticos y de interesados emisarios.
El profesional contratado no es –formalmente– un empleado de la Organización de las Naciones Unidas y, menos aún, de su Secretario General y, sin embargo, materialmente, su sujeción a este es innegable, sujeto a sus órdenes y, así por ejemplo ahora, a la orden de que dirija desde Nueva York, la Comisión.
Si se hubiera puesto orden, a tiempo, se hubiera podido rescatar el proyecto y no se hubieran dado las acciones sucesivas, desde la declaración de non grato que se produjo un día después, persistente el profesional en uno de los errores señalados, el manejo mediático de la acusación penal (ajenos ya a esta decisión y a la ejecución de la misma, los diplomáticos que gestamos la reunión de Nueva York), hasta la decisión de no renovar el mandato de la Comisión y, en consecuencia, la disolución de la misma el 3 de septiembre de 2019, fecha en que no solamente dejará de tener mandato alguno sino que, en efecto, dejará de existir.
No sería justo atribuir al Secretario General de la Organización la responsabilidad de lo ocurrido en Guatemala, simultáneo a la reunión, y lo ocurrido el día después, ya que la persistencia del uso mediático de la acusación penal y, especialmente, del antejuicio –uno de los vicios expuestos en la reunión–, fue algo simultáneo a la reunión sostenida cuya responsabilidad corresponde, única y exclusivamente, al profesional a cargo de la Comisión y tampoco de lo ocurrido al día siguiente, en reacción,
Responsabilidad suya, sí, y absoluta la falta de evaluación y auditoría, determinantes de que se hiciera imposible la renovación del mandato y de que la experiencia se haya hecho irrepetible para otros países que, si difícil hubiese sido que hubieran promovido y aceptado una experiencia parecida, a la luz de los errores , errores no corregidos, parecería ahora ya imposible.
El triunfo se ha dado en esto para los extremos, con el consecuente fracaso de los moderados, los que la quisimos, sí, pero cumpliendo fielmente sus deberes, ajena a la política y al uso mediático de la acusación penal, y –jamás– por encima de nuestra Constitución Política.
Al descubierto han quedado a estas alturas los “amigos” –falsos amigos de la CICIG, del entonces comisionado y de la entonces Fiscal General–, “amigos” que en beneficio propio, chupándoles rueda, les llevaron a politizarse y, en tal función, convertir la acusación penal en un show mediático.
Esos “amigos” buscaron –primero– lo que ya a estas alturas es la frustrada caída del Presidente, fracaso del que no logran superarse y, después, su incidencia electoral, deformando el proceso, arrojando a la política a quien debió conservarse en el Derecho, incidencia que, en el mejor de los casos, –apunta a que vendrá a servir tan solo, quizá, y subrayo el quizá– para que unos vivos alcancen diputaciones que –sin utilizarla– jamás hubieran obtenido.
Es este el artículo que cierra la serie, un artículo que constituye historia y que se somete a los testigos, especialmente al testigo citado, sobrando, en consecuencia, “los
intérpretes”. Queden “intérpretes” y falsos “amigos”, al descubierto.