La migración rural es parte del desarrollo de los países, y debe aprovecharse al máximo, con el fin de impulsar el crecimiento de los países pobres y reducir las brechas que les separan de los ricos, señaló la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
En un nuevo informe, analiza la relación entre la migración, la agricultura y el desarrollo rural, llegando a la conclusión de que “la migración rural es fundamental para la transformación económica”.
Más de mil millones de personas se han desplazado internamente en los países en desarrollo, una cifra superior a los 248 millones de migrantes internacionales que había en 2015 y que representan solo una parte del fenómeno migratorio global.
El estudio muestra que un 80 % de los desplazamientos internos incluye áreas rurales y que son más los migrantes que se mueven entre países en desarrollo (unos 94 millones) que los que se transfieren de naciones pobres a ricas (unos 86 millones).
En lugares de ingresos bajos, además, los migrantes internos tienen cinco veces más probabilidades de migrar a nivel internacional que quienes no se desplazan.
En un intento por contrarrestar falsas percepciones, el informe subraya que el 85 % de los refugiados que huyen al extranjero se quedan en países en desarrollo.
La migración es y continuará siendo “parte del desarrollo económico de los países”, y “posee el potencial de reducir las desigualdades”, afirmó en la presentación el director general adjunto de la FAO, Kostas Stamoulis, que defendió que esta sea “una elección y no un acto de desesperación”.
Stamoulis explicó que ese fenómeno “cambia la composición de la fuerza de trabajo en los hogares, ya sea en los países de origen como en los de destino”.
Agregó que las familias de inmigrantes rurales acostumbran a emplear sus remesas para consumo diario, educación, salud, negocios y, en menor medida, agricultura, como se desprende del análisis de varios países en desarrollo.
Stamoulis llamó a “maximizar los beneficios económicos de la migración” y disminuir al mínimo los efectos negativos, integrándola en las políticas de desarrollo de manera “coherente” para que sea un proceso seguro, ordenado y regular.