Hace pocos días, doña Thelma Aldana anunciaba por lo largo y ancho de las redes sociales su entusiasmo por amarrar los dos extremos de la política guatemalteca, sin percatarse de que ambos podrían formar un fuerte nudo, capaz de asfixiarla en las próximas elecciones. La reunión con el partido URNG y el Movimiento de Liberación Nacional resucita el fantasma de la violencia organizada en Guatemala.
En aquel lejano 1954, cuando Carlos Castillo Armas diera el garrotazo a la democracia guatemalteca mediante el golpe de Estado apoyado por los Estados Unidos de América, surge también, de manera articulada, el Movimiento de Liberación Nacional (MLN), más conocido como “el partido de la violencia organizada”.
Bajo la tutela de este y del Partido Institucional Democrático (PID), brotaron los comandos terroristas que sembraron el luto en miles de familias guatemaltecas. Nadie puede ignorar los millares de asesinatos, secuestros y torturas que produjeron un rasgamiento en el tejido social, cuyas consecuencias aún laceran la conciencia nacional.
Pero, al parecer, a doña Thelma se le ha olvidado este pasaje oscuro y violento cuyos actores clave estuvieron bajo la protección del MLN. Entusiasmada por ampliar su base de votantes, no ha tomado en cuenta que el que mucho abarca, poco aprieta. Y sale de compras con ellos. Una fotografía donde aparece en la casa del retoño de uno de los más emblemáticos verdugos del país la retrata de cuerpo entero, y no puede aducir que se trata de un truco de Photoshop.
Ante tal desacierto me pregunto qué opinarán aquellos “cerebros” que le tejieron una imagen de honestidad, castidad e intachabilidad. Parece ser que la mujer de hierro que ayudaron a construir está calentando el horno donde se derretirá su imagen.
No cabe duda de que en esta etapa de su vida política se siente la ausencia de Todd Robinson, Iván Velásquez y el equipo de comunicación que la acompañó durante su paso por el Ministerio Público, puesto en el cual, con una acertada asesoría estratégica y técnica, supieron labrarle una imagen como la “Mujer maravilla de la justicia guatemalteca”. Tuvo buenos asesores en comunicación, hay que reconocerlo.
Pero la arena política electoral es otra cosa. Y si ella cree que con esta alianza diabólica gana votos, se equivoca. Al menos, el mío, no lo tiene, porque no se puede olvidar el duelo sembrado en miles de guatemaltecos. Si a ella se le ha olvidado esta página de terror, sangre y lágrimas, a nosotros simplemente nos aterroriza que se resucite el fantasma de este flagelo: la violencia institucional. Y el solo hecho de declarar, y demostrar mediante fotografías, que se tuvo contacto con este engendro del mal, hace pensar que no es una candidata de fiar.
Al menos, para quienes tenemos memoria histórica, el viejo truco de la “Mujer maravilla” no nos deslumbra. Y menos, si es un proyecto político orquestado desde los oscuros recintos de los rosalila, como los llama Mario Roberto Morales. Mi voto, no.