Lo ocurrido al Presidente y a su familia hubieron de parecer al mandatario que no se trataba de hechos aislados sino que reflejaban patrones de comportamiento que debían evitarse, dignos de una evaluación y auditoria, convencimiento que le llevó al viaje que realizara a Nueva York, viaje que quiso ser entorpecido mediáticamente, y al que, mediáticamente, se le quiso dar un sentido que no tuvo.
Preocupación, la del Presidente, porque –ya sea por torpeza o por malicia– se ha hecho uso mediático de la acusación penal, propiciándose, así, mediáticas condenas, lo judicial, ya secundario.
Preocupación por el abuso de la prisión preventiva, haciéndosela parecer, como que si –con esta–se hubiera ya alcanzado la condena: la ilusión de una eficiencia que no existe y de la existencia de condenas que no han sido pronunciadas.
Preocupación por el retardo existente en la administración de justicia, incumplidos, sin persecución, los plazos judiciales y por los prevaricatos incurridos –así denunciados mediáticamente por la acusación penal– pero sin persecución penal alguna.
Preocupación porque en el caso de la Central de Contenedores de Puerto Quetzal, lejos de ejercerse la persecución penal y –consecuentemente, buscar el comiso, la pérdida de todos los instrumentos del delito a favor del Estado– impulsó el ente internacional, e incluso proponiendo al interventor, una intervención inconsistente.
Preocupación por el uso de testigos falsos –torpeza o malicia–en varios de los casos MP-CICIG o CICIG-MP, entre estos el de los hermanos Valdez Paiz –así como por la inconsistencia habida en casos como el de Javier Figueroa y Carlos Vielmann, ya absueltos– y el de Erwin Sperisen, anulada la primera sentencia.
Preocupación porque, a pesar de prohibición constitucional expresa, se realizó activismo político para imponer –mediante presión mediática– reformas constitucionales, excediéndose, así de su mandato y del mandato constitucional que reconoce el derecho de petición política única y exclusivamente a los guatemaltecos.
Todo esto llevó a que el Presidente de la República acudiera a la Organización de las Naciones Unidas –no para pedir la remoción del comisionado de la CICIG– para pedir evaluación y auditoría de su gestión (con sus luces y sus sombras), viaje que se anunció con anticipación suficiente y que dio lugar a gran presión mediática, incluso, para que no se realizara.
El colmo –torpeza o malicia– fue escoger por parte de la acusación el mismo día y la misma hora en que el Presidente se encontraba reunido con el secretario general de la ONU –decisión mediática– para presentar antejuicio en contra suya por un supuesto financiamiento electoral ilícito y, así, los errores que instó a auditar y evaluar en reunión sostenida –INCLUSO ANTES DE SU REGRESO– se habían repetido.
Concluyo con una atenta y respetuosa invitación para que los entes acusadores se vean a sí mismos y evalúen y auditen los hechos citados que –por torpeza o por malicia– se realizaron y vinieron a afectar la relación entre la acusación penal y el Presidente, de un Presidente sin cuya decisión, la CICIG, ya no existiría, que ha cumplido –puntualmente– con todos los aportes económicos para la acusación penal, y quien puso a su disposición –irrestrictamente– la fuerza policial, sin jamás haber tenido injerencia alguna en sus actividades ni en los procesos judiciales, pese a haberlos sufrido –en carne propia – en su hijo y su hermano.
Son hechos los que evidencian el compromiso del Presidente en la lucha contra la corrupción, y son hechos, las torpezas incurridas por la acusación.
¿Perfecto todo lo que esta ha hecho? ¿Más allá del bien y del mal? ¡Por favor! ¿Persistir, a pesar de la luz amarilla, casi roja, con las mismas torpezas?
“La culpa no es de nuestra estrella, sino de nosotros mismos…”
¿Cree el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas que ha tenido en todo esto un acertado desempeño?
¿Que llegará a querer algún otro país replicar esta aventura?
La falta de la evaluación y auditoría, requeridas a tiempo, llevaron, necesariamente, a todo lo ocurrido.