Por: Yolanda Sian Ramírez,Secretaría Presidencial de la Mujer [email protected]
La palabra ciudadanía viene del latín civita, que significa ciudad, y se relaciona con los derechos y obligaciones que un individuo tiene al vivir en comunidad, en sociedad.
Históricamente, este concepto se ubica en el siglo V antes de Cristo, en la época de la Grecia clásica; tanto en Roma como en Grecia tenían calidad de ciudadanos los hombres libres, nacidos en el lugar, mayores de edad; las mujeres, niñez, las personas ancianas y los esclavos no tenían categoría de ciudadanos.
En Roma, sin embargo, el término de ciudadanía se refería más a un status social, y en Grecia tenía más acento de ejercicio de actividades sociopolíticas, razón por la cual la ciudadanía romana creció al ritmo que creció territorialmente el imperio romano.
El ejercicio de estos derechos y el cumplimiento de las obligaciones dio origen al gobierno representativo, pues una persona representa los intereses comunes de una comunidad, por lo que para elegir a este representante en forma legítima y legal se hace uso de la ciudadanía, al ejercer el derecho de elección (elegir y ser electo) y de representación (retroalimentación tanto a los representados como para trasladar los intereses de estos a aquellos que están en el ejercicio del poder). Comprendido esto, y trasladado a la realidad guatemalteca, vemos que al declararse país independiente, en 1821, los que ejercieron ciudadanía fueron los hombres, y que es hasta 1945, posterior al trabajo de negociación e incidencia realizado por guatemaltecas que conformaron la Unión femenina guatemalteca pro ciudadanía, que se logra que legalmente se permita votar para elegir autoridades a las mujeres que saben leer y escribir; será 20 años después, en 1965, que este derecho llega para la universalidad de guatemaltecas mayores de edad.
Siguiendo la misma lógica, es abrumador que, en las últimas elecciones, cuando el padrón electoral estaba conformado por 7 millones 556 mil personas –de las cuales eran 4 millones 74 mil 450 mujeres y 3 millones 482 mil 423 hombres–, la población haya elegido de 158 espacios para integrar el Organismo Legislativo a 136 hombres, y solo 22 mujeres, vale la pena indicar que de ellas solo una es indígena.
Igualmente, preocupante es que en siglo XXI, cuando la población guatemalteca se estima en aproximadamente 16 millones de habitantes y el 52 % son mujeres, haya 340 municipios, los cuales son gobernados por solo 9 mujeres, y el resto, 331, tienen como alcalde a hombres.
SEPREM se une al llamado para que hombres y mujeres trabajemos juntos buscando una mejor Guatemala, donde las condiciones socioeconómicas nos permitan sentirnos orgullosos de nuestra cultura y donde encontremos motivos para trabajar y mejorar.