sábado , 23 noviembre 2024
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Las cartas ¿todavía se usan?

Vivimos en una era de comunicaciones instantáneas y parecen ya lejanas las épocas en que uno tenía que tomar lápiz y papel para escribir una carta y luego mandarla. La espera para recibir la respuesta podía ser muy larga y se sentía eterna. Ahora las cartas parecen exclusivas de las oficinas, que también las usan cada vez menos.

Por eso me causó mucha sorpresa que las Aldeas Infantiles SOS en Guatemala me invitaran a dar un taller acerca de cómo contar historias por medio de cartas. Acepté de inmediato porque esto reúne dos formas de escribir a las que me he dedicado por muchos años: la correspondencia fue el pan diario cuando era secretaria, y la narrativa, pues es mi pasión.

Esta entidad no lucrativa acoge a niños que lo necesitan, tengan o no padres, y les otorga un entorno familiar, una casa. Muchas veces aceptan hermanos, por lo que pueden seguir creciendo unidos en un hogar. Junto a otros niños y una educadora, que hace las veces de mamá, viven en familia, por lo que no se pierden de ninguna
experiencia de la infancia y adolescencia.

La organización funciona en todo el mundo, y en Guatemala tiene presencia en varios departamentos. En una sociedad en que tantos niños son dejados a su suerte, su labor es admirable.

Como se puede adivinar; para funcionar necesitan de la ayuda de la mayor cantidad de personas. Así que dentro y fuera del país cuentan con padrinos para estos niños, que los apoyan y acompañan, aunque sea a la distancia, en su crecimiento y formación.

Precisamente para que quienes colaboran con los niños puedan enterarse de lo que pasa en sus vidas, cada año las directoras de estos centros les escriben dos cartas que van acompañadas de  fotografías.

Escribir estas cartas es una tarea difícil, ya que deben encerrar tantas vivencias y sentimientos que los acerquen a sus ahijados. Por años lo han hecho muy bien; se nota que han desarrollado la habilidad de poner en palabras y en papel eso en lo que su ayuda se traduce.

Son historias de retos y obstáculos, pero también de triunfos diarios y metas logradas. A pesar de que las directoras de estos proyectos tienen mil cosas que hacer, pues trabajan los siete días de la semana, sin horario de entrada ni salida, se toman el tiempo para sentarse a escribir.

Ante esta experiencia y loable labor, yo solo llegué a refrescarles ciertas nociones. Y mi mayor aporte fue, creo, compartirles trucos y métodos para hacer su escritura más efectiva y ordenada.

No se puede enseñar a escribir en un taller, pero sí compartir experiencias para probar con nuevos métodos. Ojalá les haya aportado algo.

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