Fueron canastas navideñas –esta, la verdad material– las vendidas y entregadas, y fue por estas canastas –esta, la verdad material– todo lo pagado.
Una sola compraventa debió ser, y uno solo el pago, no tres: fraccionamiento de compra, pero no defraudación.
En síntesis, se trata de un caso que no existiría si no fuera por la apetecible acusación mediática en contra del hijo y del hermano de un jefe de Estado y Presidente, persecución de personas sin que exista ningún delito perpetrado.
El escandaloso allanamiento y la escandalosa captura del hermano del Presidente lo fueron con fines única y exclusivamente publicitarios, extremo que se hace más que evidente, ya que el hijo, sin necesidad de captura, acudió al llamado del tribunal, tal y como lo hubiera hecho el hermano, si llamado –ambos, desde meses atrás–, a disposición del Ministerio Público, institución ante la cual habían ya ambos acudido voluntariamente y a la que ofrecieron cuanta cooperación quisiera, cooperación que dieron, incluso, con su declaración clara y concisa, declaración ingenua –sin tapujos– que, así, debió apreciarse.
Cooperación dada a la acusación, a cuyo llamado quedaron, en cualquier momento, meses antes de que el ente internacional decidiera hacer del caso, un caso mediático.
La escandalosa noticia servida por los acusadores para su difusión internacional: “HIJO Y HERMANO DEL PRESIDENTE DE GUATEMALA CAPTURADOS POR CORRUPCIÓN”, tuvo que afectar necesariamente al Presidente, no solo como padre y hermano sino como jefe de Estado: puesta Guatemala, una vez más –tan injusta y tan innecesariamente– en entredicho.
Vino a sumarse a todo esto la también innecesaria prisión preventiva que el Ministerio Público-CICIG pidieron que sufrieran (presión mediática incluida), feroz la acusación para sostenerla a pesar de no existir ningún peligro de fuga de su parte, ni capacidad suya de entorpecer la investigación ya realizada y agotada únicas razones, los peligros citados, para haberla pedido y pedir que se sostuviera. Irrestricto el apoyo del Presidente de la República a la acusación penal y a la lucha en contra de la corrupción –abstenido de cualquier injerencia en el asunto– no significa que no se haya percatado y que haya hecho mella en él (a) la obvia torpeza –o malicia– de perseguir, como delito, un fraccionamiento de compra que no lo constituye; (b) la obvia torpeza –o malicia de proceder– y además con escándalo –a un allanamiento– y a una captura absolutamente innecesarios; (c) la obvia torpeza –o malicia– de servir la noticia, como fue servida, incluso, internacionalmente: sugestiva y falsa; (d) la obvia torpeza –o malicia– de pedir prisión preventiva y que se sostuviera, sin ninguna necesidad de hacerlo; (e) la obvia torpeza –o malicia– de abstenerse de presentar evidencia y de relacionarla: las compras de 2012 y de 2014, hechas a proveedores distintos, semejantes la calidad , las cantidades y el precio, evidencian que en el 2013 no se dio defraudación alguna (ocultada esta evidencia y no relacionada, ocultamiento de evidencia que tiene como equivalente, la implantación de pruebas). Si a todo esto se suma que no existe ningún otro fraccionamiento de compra perseguido ¿ningún otro fraccionamiento –jamás– en Guatemala? ¡Por favor! ¿Tan perfecta nuestra administración o perseguidos tan solo administrativamente, los fraccionamientos habidos? tiene que comprenderse la incidencia que pudieron haber tenido todos estos excesos en el ánimo presidencial –hechos que, sin embargo, no hicieron mella en ese ánimo cara a afectar su firme decisión de abstenerse de injerencia alguna en el asunto, decisión que ha cumplido.
De nuestro cuido –y del cuido de la ONU– la posibilidad de que la aventura que emprendimos –la de un ente internacional de este tipo– pudiera llegar a repetirse en otros países.
Continuará…