Quiero hacer una reflexión acerca de la trascendencia histórica que una institución educativa alcance los 50 años de proyección, en una misma instalación y más de seis décadas de fundación, caso en el cual se encuentra nuestro glorioso INMAC.
Como en todo en la vida, hay instituciones educativas excelentes, regulares y malas. Sin embargo, las instituciones no son edificios o estructuras, son la conjugación de seres humanos; en el caso educativo, son profesores, estudiantes y padres de familia. Todos tienen parte importante en el compromiso de hacer que esa institución no sea una más, sino que siente las bases de la cultura y la educación para un pueblo.
Las escuelas normales, se denominan así por que dan la norma de cómo enseñar, iniciaron hace más de cien años, específicamente durante la Reforma Liberal, y se fueron desarrollando según la visión del gobierno de turno. En los años cincuenta del siglo pasado viene otro gran grupo de escuelas o institutos normales que marcaron otra etapa en el desarrollo educativo de Guatemala. Entre ellas, el glorioso INMAC, que recientemente cumplió 50 años de existir en el edificio actual y 67 años de haber sido fundado. Me siento orgulloso, como siempre lo he dicho, de haber egresado del glorioso INMAC; fui becado, me gradué por decreto ley, tuve unos admirables profesores a quienes les agradezco su dedicación y esfuerzo por formarnos de la mejor manera, y tuve unos extraordinarios compañeros, de quienes esbozo grandes recuerdos y anécdotas.
Distinguidos profesores actuales del INMAC, recuerden que con nuestro diario actuar estamos escribiendo historia, con nuestro desempeño estamos dejando en la vida de cada uno de quienes son formados por nosotros un recuerdo agradable o desagradable, y, sobre todo, estamos haciendo ciudadanía. En algunos años se celebrarán los 75 años de fundación, y quienes sean actores clave en esas fechas recordarán lo que hoy sucedió en nuestro bello Huehuetenango.
Apreciados estudiantes, ustedes llevan ahora el estandarte del glorioso INMAC, pórtenlo con orgullo y hagan digna representación de él en donde quiera que se desempeñen. Finalmente, amigos exalumnos, el paso del tiempo se hace notorio, pero hay algo en común entre nosotros, y es la alegría de participar de la conmemoración de nuestro INMAC. Quiero elevar una plegaria por los fundadores, profesores, administrativos y egresados del INMAC que ya fallecieron. Dios los tenga en su gloria. Quise participar del festejo de nuestro instituto, pero tuve que atender una emergencia familiar; independientemente de eso, mi mente y parte de mi historia está escrita al igual que ustedes que hoy están presentes. Mi recuerdo está en anécdotas y en grandes amigos de toda la vida, de especiales profesores a quienes les doy un agradecimiento sincero por sus enseñanzas. Mi corazón y mi mente tienen una dedicatoria especial para mi Huehuetenango y para mi glorioso INMAC. Aún en mi ausencia física, mi presencia está siendo sentida con estas palabras que escribí para ustedes.