Cantaba Joaquín Sabina: “Allá donde fuiste feliz nunca debes tratar de volver”, pero para el Barcelona, 2 veces campeón de la Copa de Europa en Wembley, siempre que retorna al estadio londinense es para llevarse una alegría.
Cierto es que el gol de Ronald Koeman en mayo de 1992 llegó en el viejo Wembley, ese que fue demolido hace ya 16 años, pero cuando los blaugranas escuchan los ecos de la casa del futbol, cualquier mala racha desaparece.
Aquel golpe en la prórroga contra la Sampdoria abrió una tradición que permanece intacta y que se amplió ayer con la victoria del Barcelona sobre el Tottenham Hotspur, de Mauricio Pochettino (2-4).
Un estadio que no debería haber visitado el Barsa, porque de haber cumplido los plazos, este encuentro se debería haber disputado en el nuevo White Hart Lane, pero lo retrasos obligaron a que Wembley volviera a ser escenario de la alegría catalana.
Leo Messi y compañía revivieron la gloria pasada y se llevaron los tres puntos en el mismo césped, esta vez más castigado, que en su Copa de Europa de 2011.
Hace 7 años el argentino voló para superar de cabeza a Edwin Van der Sar, y ayer abrió el camino a la victoria sobre el tapete británico, al iniciar la jugada del primer gol de Philipe Coutinho (el segundo tanto fue de Rakitic) o al marcar los 2 tantos que refrendaron el triunfo final.
Los cerca de mil 300 aficionados blaugranas desplazados a Inglaterra probablemente no degustaron el partido con la misma sensación de aquellos que vivieron la primera Copa de Europa en el Támesis o de los que saborearon la cuarta, en el cúlmen del equipo de Guardiola.
El Barcelona volvió a demostrar que su fiabilidad cuando pisa Wembley es total. Lo dijo Sabina. “Allá donde fuiste feliz, nunca has de tratar de volver”. A no ser que ese sitio sea Wembley, claro.