El canto de Julio Fausto Aguilera, fallecido el sábado a los 90 años, ha trascendido las generaciones.
En Jalapa, el 8 de septiembre de 1928, nació Julio Fausto Aguilera, el poeta que con sus versos dibujó la patria que ansiaba. Integrante de grupos tan conocidos como Saker-Ti y Nuevo Signo, y autor de no menos de 15 obras, el escritor falleció el sábado último en el hogar de ancianos en el que residía, a causa de una neumonía.
Amor por Guatemala
“Julio Fausto fue uno de los hombres dignos de este país”, dice el también poeta Francisco Morales Santos, uno de sus compañeros en la agrupación Nuevo Signo. Esta dignidad, afirma, se reflejaba en cada una de sus obras, que lo consolidaron como una “recia voz cívica” en contra de las asperezas de Guatemala.
Durante la época revolucionaria en nuestro país, Aguilera formó parte de Grupo Saker-Ti, una organización de artistas y escritores jóvenes. Años más tarde, en 1962, publicó La Patria que yo ansío, una pieza que, de acuerdo con la escritora Vania Vargas, lo consagró como un poeta de lucha. “Logró enunciar un deseo que ha seguido vivo de generación en generación”, indica la autora.
Visión
Hace justamente 50 años, junto a Morales Santos, Luis Alfredo Arango, José Luis Villatoro, Antonio Brañas, Roberto Obregón y Delia Quiñónez, fundó Nuevo Signo. En ese grupo, menciona Morales Santos, encajó su visión de país y del hombre, y se enfocó en producir un trabajo testimonial basado en la coyuntura local, la conciencia del origen del mundo maya y la exaltación de la belleza nacional.
Entre las publicaciones del considerado Poeta de la patria se encuentran Canto y mensaje (1960), Diez poemas fieles (1964), Poemas amantes (1965), Mi buena amiga muerte y otros poemas vivos (1965), Poemas guatemaltecos (1969) y Poesía circulante (2002), uno de sus últimos títulos divulgados, confirma Morales Santos.
Memorias
Acerca de su legado, Vargas asegura que el poeta deja un canto que sigue vigente y un sueño de una patria digna para todos. También comparte un recuerdo de aquella ocasión en que lo visitó: “Me sorprendió ver la actitud que mantenía. Él era un poeta. No había duda al ver cómo hablaba, cómo usaba las manos, con qué dignidad mantenía la cabeza en alto”.
Al ganador del Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias 2002, Morales Santos lo describe como una persona muy jovial. “Cuando lo conocí era un hombre alegre. Se caracterizaba porque le gustaba la música y las interpretaciones del acordeón, la mandolina y la guitarra”, concluye.