Sin desarrollo cultural no es posible alcanzar el Primer Mundo.
La lectura es para el cerebro un masaje extremadamente relajante y, por supuesto, estimulante. El elixir con el que se embriaga el conocimiento. El remedio para la ignorancia. Un conector de ideas y abundantes pensamientos. Las alas extensas de la imaginación sin límites. El libro es el vehículo que nos transporta en un periplo pausado hacia otros mundos, otras culturas, otras costumbres, otras historias y otras gentes.
En ese contexto mágico-realista, terminé de leer La rebelión de los poetas y quedé gratamente sorprendido con la narrativa del escritor de origen panameño, Juan David Morgan. Una historia excelentemente urdida, en la cual el autor expresa su preocupación por la poca o nula importancia que los gobiernos le suelen dar a la cultura y a la educación en general. El también abogado, se adentra en el valor y el análisis de la cultura en la sociedad y entre los miembros de la clase política, haciendo mención cómo los políticos se aprovechan de cualquier situación para anular aquello que políticamente no les interesa o no les rinde dividendos.
“Quienes ejercen el poder no quieren que el pueblo se eduque y se cultive porque, cuando ese momento llegue, desparecerán del mapa político”, una de sus frases emblemáticas, empero, con sobrada razón. Morgan enfatiza que sin desarrollo cultural no es posible alcanzar el Primer Mundo, palabras con una carga de emotividad y desasosiego por la displicencia con la cual los gobiernos ven el tema cultural.
Además, alude cómo la corrupción se ha esparcido por las instituciones que no cuentan con grandes presupuestos para operar, como en el caso del departamento de Cultura y Bellas Artes, exteriorizado y denunciado en su libro. Las páginas de su novela nos mantienen cautivados desde el principio hasta el final. Con la atención puesta en el giro que dan los acontecimientos que llevan a varios de sus personajes a enfrentar la cárcel, por el movimiento denominado la rebelión de los poetas. El desenvolvimiento de la trama y los diálogos de los protagonistas que hacen posible esa lucha por darle a la cultura, a la educación y a la poesía ese lugar que les corresponde y que ningún gobierno les ha querido otorgar, son narrados magistralmente.
El eje principal de ese utópico gobierno cultural descrito oníricamente, nos conduce a imaginar cómo serían las funciones de una administración gubernamental, en la cual sus principales compromisos fueran posicionar nacional e internacionalmente al país en el ámbito cultural, con una educación para todos y sin distinciones. Con espacios libres para escuchar y fecundar poesía, prosa, novelas, cuentos, etcétera. Pues en ninguna parte del mundo se ha producido una revolución cultural como sucede en esa entretenida obra. Como el autor dice, sin desarrollo cultural es imposible lograr el progreso de las comunidades. Estimado lector, si le gusta disfrutar de una agradable lectura, le recomiendo tomarse un tiempo para leer esa interesante y mágica novela. No olvidemos que la lectura es una de las piedras angulares para adquirir conocimiento, liberando a la imaginación, pues nos hace desplazarnos a cualquier sitio del mundo, real o irreal, sin movernos de nuestro lugar.