Ver el más reciente trabajo de Denzel Washington recuerda a la saga Death Wish, aquella del vengador anónimo encarnado cinco veces por Charles Bronson, desde su inicio, en 1974. Pero en la dupla Equalizer vemos una evolución que responde a su época.
En las dos entregas vemos al mismo Robert McCal (Washington), mas el tratamiento es distinto. Mientras la primera parte le apuesta a la acción, la segunda al contenido. El origen y las relaciones de McCal es lo que pesa. No sé si decir que viene una revelación ahora, pero todo indica que no existirá un tercer episodio. Acá se cierra toda la historia.
Todo se inicia en un tren rumbo a Estambul. McCal, inmutable, continúa con sus hábitos. Lectura empedernida, su té, pero esta vez operando fuera de territorio americano. Se levanta, cambia de vagón y, luego de una conversación, toma su reloj y activa el cronómetro. Sabemos qué ocurrirá, el momento Equalizer, ve todo en cámara lenta y planea qué hacer, lo que nos gusta de esta saga. Pero terminado este relato, todo comienza a cambiar. En la siguiente escena miramos que McCal es chofer de una especie de Uber, método que le sirve para conocer personas y dedicarse a sus labores de vigilante.
Como la primera entrega, Equalizer 2 ofrece subhistorias, todas concatenadas por McCal. Conocemos más a los personajes, lo que permite que este vengador anónimo decida si ayuda o no por medio de sus contactos. Después de todo, aún tiene una amiga en “la agencia”, que, por ser internacional, asumimos que es la CIA.
Cuando nos acomodamos en la narración, es que todo cambia. Su amiga Susan Plummer (Melissa Leo) es atacada de una manera sospechosa. Entonces sabemos que nada detendrá a Denzel; instaurará una guerra sin cuartel con gente que, como él, no se anda por las ramas. En conclusión, mientras que Equalizer 1 es una buena película de acción, la segunda tiene mucho más suspenso que acción; te responde las preguntas de la primera parte. Si dejan la saga acá, todo estaría bien. Todos los personajes secundarios tienen una participación justa y entretenida.
Antoine Fuqua repite como director, y aunque a las cintas las separan cuatro años, están tan bien contadas, que da la impresión de que pasó muy poco tiempo entre ellas. Podrías ver las dos de corrido.
Decepción fílmica: Alice Through the Looking Glass (2016). Disney tuvo seis años para mejorar el fracaso de Alice in Wonderland (2010). Indigna ver cómo destruyen un libro tan bueno con unas adaptaciones tan mediocres.
Lica de domingo: Scent of a Woman (1992). A 26 años de su lanzamiento, es una de las grandes obras de Al Pacino; más que merecido es su premio Óscar. Es densa pero no por eso aburrida; la calidad de esta película está en el guion y, claro, en la actuación de Frank Slade (Pacino).