De todos los géneros musicales, uno que tiene toda mi devoción y admiración es el jazz. No ocuparé este espacio hablando acerca del tipo de jazz que me gusta escuchar, pero sí para hablar de uno de mis héroes: John Coltrane.
Cuando pienso en escribir de jazz siento que tengo que ser muy cuidadoso. Respeto a sus apasionados, así que seré cauteloso. Nunca pensé en volverme un fanático de este género. Siendo joven pensaba que solamente era música para privilegiados, para un grupo selecto de gente que encontraba en sus ritmos e improvisaciones algo más allá. Algo que yo, como simple mortal, jamás podría entender. Aún lo creo un poco, pero con los años me puedo sentir parte de ese algo al disfrutarlo.
Mi primer acercamiento a Coltrane, músico de jazz nacido en Carolina del Norte, EE. UU. fue con su obra maestra A Love Supreme. Es difícil describir las sensaciones que tuve al escucharlo. Mi cabeza trataba de descifrar esas líneas musicales junto a la época y contexto del título. Seguí coleccionando sus discos cada vez que podía. Así vinieron Blue Train y My Favorite Things, por mencionar algunos.
En junio de este año Verve Records nos hizo un regalo a todos los admiradores de este genio. ¿Cada cuánto se puede tener el lujo de recibir una nueva producción de alguien que ya no está entre nosotros? No creo que sea a menudo. Desconocidas hasta el 2004, unas grabaciones del mítico cuarteto: Coltrane, McCoy Tyner, Jimmy Garrison y Elvin Jones, se convirtieron en el disco que lleva por nombre Both Directions At Once: The Lost Album. Este contiene material inédito de uno de los grupos más influyentes en la historia de la música, uno que cambiaría la trayectoria del jazz para siempre.
Para mí, Coltrane siempre ha representado una especie de canal para transmitir un mensaje espiritual que hasta hoy sigue expandiéndose y que crece con cada persona que lo descubre. Pienso que los seres humanos inconscientemente buscamos algo que sea más grande que nosotros mismos. Algunos lo hallan dentro de la opulencia desmesurada de mega iglesias, otros entregándose a orgías del más vano materialismo.
Cada quien como mejor le venga, es el gusto y derecho de cada uno. Pero, a mí me parece que es más fácil de lo que pensamos, que la cosa es más sencilla. Eso que siento que es más grande que yo, lo encontré en el sonido de un saxofón de un santo que caminó alguna vez entre nosotros y que se llamaba John Coltrane.