Desde el portal electrónico @Red Ética, la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano fomenta discusiones en relación con el servicio de informar.
Uno de esos debates se registró en agosto motivado por un artículo del periodista colombiano Hernán Restrepo, quien tituló su exposición: “No voy a permitir que mis hijos estudien periodismo”.
Restrepo admite haber empezado a desestimular que sus descendientes, todavía en edad escolar, emulen sus pasos porque para ejercer el periodismo no es indispensable pasar por las clases universitarias, a diferencia de la odontología, el derecho y la ingeniería, por ejemplo.
Critica que el desempleo galope por los medios, que la licenciatura en periodismo sea una carrera fácil y escribir bien sea materia pendiente; a la vez, recuerda que el maestro Miguel Ángel Bastenier insiste que a hacer periodismo se aprende en la sala de redacción, no en las universidades.
Tales apreciaciones fueron rebatidas una a una por Alberto Martínez, columnista del diario colombiano El Heraldo, pronunciamiento al que siguieron voces diversas que merced a las facilidades del mundo virtual se manifestaron desde distintos puntos del hemisferio.
No hubo idea dominante porque hablar de periodismo es adentrarse en el ámbito de los derechos humanos, de distintos intereses y hasta preguntarse si es un oficio o una profesión.
Yo considero que el periodismo es una profesión desde que en 1920 surgió en Estados Unidos la primera escuela en la materia, a partir de la cual el ejemplo cruzó fronteras.
Guatemala albergó en los 50 del siglo pasado la Escuela Centroamericana de Periodismo; en 1976 la Universidad de San Carlos dio vida a la Escuela de Ciencias de la Comunicación y en la actualidad 8 de las 15 casas de enseñanza superior ofrecen aquí la carrera.
Sin embargo, igual que en Colombia y otros países del continente, existe la paradoja mencionada por Restrepo, es decir, de todos los estudios universitarios el periodismo es abandonado, pues nadie vela ni exige el cumplimiento de los protocolos normados para desempeñarlo profesionalmente.
Vale resaltar que Bastenier tiene razón, tanta como un connotado penalista que dirá que un abogado se hace en tribunales, o un médico, que un cirujano se hace en el quirófano, y así, cada profesional en su área de actuación, pero es fundamental primero estar en el aula frente al pizarrón.
El reto de la universidad es generar condiciones para garantizar la más alta formación de sus estudiantes de periodismo, quienes en camino a su profesionalización deben ocuparse de fortalecer su vocación con una sólida teoría y una práctica consecuente. Y es que si bien cualquiera puede ser periodista, en lugar de ser un periodista cualquiera, mejor ser periodista de verdad.