El grupo poblacional de más de 60 años de edad alcanzó el 13 por ciento de la población mundial el año pasado, de acuerdo con estudios hechos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Dicho grupo también ha mostrado un crecimiento del 3 por ciento anual; esto significa que, para el 2050, el número de personas de la tercera edad se habrá duplicado.
Las condiciones de los “abuelos” tienen variaciones de acuerdo con el nivel cultural, la situación socioeconómica y las tradiciones que devienen de la religión: mientras que en grupos tribales y sociedades orientales los ancianos son considerados fuente de sabiduría, en grandes ciudades de occidente quedan olvidados a su suerte pues, aparentemente, ya no son productivos para las sociedades capitalistas.
Algunos países tienen programas que insertan personas mayores que son profesionales de mucha experiencia y conocimiento en empresas transnacionales, y ofrecen asesorías a países del Tecer Mundo para transmitir su sabiduría. En algunos ancianatos se ha hecho la vivencia de llevar niños de orfanatos, para que unos y otros (niños y ancianos) se beneficien con atenciones, cariño y cuidados.
La Asamblea General de la ONU adoptó, en 1991, Los Principios en Favor de las Personas de la Tercera Edad, donde se consignan 18 derechos que tienen que ver con independencia, participación en la sociedad, atención, realización personal y dignidad.
En términos generales, hay poca atención directa para las personas de la tercera edad. La jubilación y la creación de centros para su protección, como asilos y ancianatos, son los recursos más comunes que aparecen en las legislaciones occidentales.
En Guatemala se ha trabajado por crear leyes y programas que favorezcan a este grupo. Por ejemplo, el Ministerio de Trabajo creó el Programa de Aporte Económico del Adulto Mayor (PAM), destinado a personas con más de 65 años que viven en situación de pobreza.
En lo que va del año se han erogado más de 340 millones de quetzales en este programa, que es un alivio para los ancianos y fue creado por el Congreso de la República mediante el Decreto 85-2005.
Los ancianos en situación de pobreza son más vulnerables debido a las condiciones en que viven y que nos les permiten techo seguro, alimentación balanceada y atención médica permanente. A esto hay que sumar que pueden tener padecimientos derivados de las carencias que tuvieron en la infancia y la adolecencia. Por ello el Gobierno considera fundamental atender a los abuelos y abuelas que más necesidades tienen, por medio del PAM.